En la foto 1 algunos libros de divulgación sobre mecánica cuántica, de un par de ellos tal vez con más justicia habría de destacarse su carácter ensayístico.
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En la foto 2 libros que se aproximan un poquito a una tenue y venial exigencia: más matemáticas y ejercicios que el voluntarioso lector habrá de solucionar, o no. Hay más libros de ambas categorías, o de las tres categorías, que el lector puede recordar. Se nos disculpará una nómina más representativa o más extensa. Para muestra vale un botón, esa indiscernible pluralidad de desviación típica igual a cero. Obsérvese incluso que hemos dejado lugar para el tebeo (¿o será te veo?).
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Lo que nos llama la atención es que incluso los rudimentos de la disciplina de la mecánica cuántica, o los primeros pasos introductorios a los que ha de invitarse al sufrido lector, aparecen en cada uno de estos libros de manera ciertamente divergente: el autor o el libro mismo ha operado de tal modo sobre el campo disciplinar que el resultado varía de un caso a otro de modo aleatorio o quién sabe si según los más o menos ocultos objetivos de cada escritor.
La consecuencia, al menos para el lector profano, es que este asunto se antoja como especialmente intangible, como si reservase celoso su propio ser o como si no lo tuviera. Es cierto que tal situación es propia de cualquier ciencia o materia de la que tratemos pero tenderíamos a pensar que las diversas variantes didácticas o divulgativas que atañen a otros saberes se mueven más cerca las unas de las otras y así circunscriben el terreno más en corto.
También es posible, de todos modos, que lo dicho sea propio de todo conocimiento organizado visto desde la humilde perspectiva del observador ajeno y hasta del que no lo es tanto, a saber, que de cada tratado nos llegue solo uno de sus peculiares destilados, algo que parecería alejarnos más que acercarnos a un supuesto sancta sanctorum unívoco y a su manera abarcable para el infrecuente esforzado.
O tampoco, y sea el caso que el conocimiento objetivo ni está ni se le espera, que no es sino una armazón oscura, materia prácticamente inasible que adquiére las engañosas formas que el lenguaje de los gratuitos divulgadores, y antes el de los más gratuitos científicos, le concede. Algo así como, valga el oxímoron, un conocimiento gnoseológico general.
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