¿Y qué decir del aventurero político, esa figura que lo mismo se toma un Niccolò di Bernardo on the rocks que se fuma un Weber? La semántica en su mutación lexicográfica, con sus ocios propios, nos indica que el aventurero, convenientemente desclasado y aun así acompañado de un halo compatible con cualquier temperamento, melancólicos incluidos, no posee o no se halla poseído por ideología alguna o, si es de los nuestros y está en posesión de los certificados correspondientes a algunos cursillos o seminarios de al menos 18 horas de reloj, será denigrado y acusado del pecado de lanzarse a la acción sin el previo análisis imprescindible de la situación real con las herramientas adecuadas.
Observaremos que se dibuja una contradicción maravillosa entre no tener ideología y el no hacer uso de las herramientas de que la vanguardia dispone. Se diría que la nuestra no es ideología porque somos la parte que ya no es propia, sino que es el todo y, por tanto, a todo alcanza.
Por otro lado, el descrédito de las herramientas dichas nos obliga a atender a la sutil inflexión entre análisis y acción, sobre todo en un mundo que reclama esta última y ya está bien de comprenderlo, coño. Así que cabe sospechar, que nada ni nadie más necesario que el aventurero político, catalizador de todas las salsas y que solo lo es porque siempre se columpia sobre el fracaso político o se la ha pegado ya y nos facilita un ya os lo decía yo, o mejor un los análisis de la situación nos lo indicaban.
Nos parece, pues, que el aventurero es al materialismo histórico lo que el trickster es a la mitología comparada, a los arquetipos recreativos o al estructuralismo geométrico. Cabría declamar "¿Qué sería de nosotros sin él? Solo su no saber nos salva de la inacción, seríamos todos Fausto, pero Fausto Papetti sin saxofón".
Recuerde también el lector que el aventurero político no se limita a una parcela de la taxonomía política. De hecho, la única debilidad del personaje es que no debe descuidar ninguna de las virguerías modernas que alimenten el aura precisa en horas de oficina y en las horas extra. Y si no habla de guerra, obras públicas, criptomonedas o vuelos suborbitales, es que nos enfrentamos a un aventurero de pacotilla, aunque quién sabe si creador de un nuevo género literario.
De hecho, este libro de 1852 prefigura, me parece, los refugios y los recursos últimos entre bufonescos y galantes de la especie, sujeta más que a la ley motriz de la historia a la primera ley de la termodinámica. Así tiene más razón el autor cuando nos aclara que “Bonaparte möchte als der patriarchalische Wohltäter aller Klassen erscheinen. Aber er kann keiner geben, ohne der andern zu nehmen”, que Engels cuando celebra que su amigo “das große Bewegungsgesetz der Geschichte zuerst entdeckt hatte, das Gesetz, wonach alle geschichtlichen Kämpfe, ob sie auf politischem, religiösem, philosophischem oder sonst ideologischem Gebiet vor sich gehn, in der Tat nur der mehr oder weniger deutliche Ausdruck von Kämpfen gesellschaftlicher Klassen sind, und daß die Existenz und damit auch die Kollisionen dieser Klassen wieder bedingt sind durch den Entwicklungsgrad ihrer ökonomischen Lage, durch die Art und Weise ihrer Produktion und ihres dadurch bedingten Austausches” y no digo más que todo está ya muy claro.
P.S.: A propósito de la historia, cómo no recordar el final de Adolfo:
On change de situation, mais on transporte dans chacune le tourment dont on espérait se délivrer; et comme on ne se corrige pas en se déplaçant, l’on se trouve seulement avoir ajouté des remords aux regrets et des fautes aux souffrances.
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