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viernes, mayo 30, 2008

Fin de semana

Volvemos el lunes 2 de junio.

Las bellas intenciones

La obra se anuncia con avisos hermosos acerca de, por ejemplo, la tolerancia, la compasión o la libertad. Y el caso es que en la obra, estas ideas sublimes no las vemos. Y si la obra nos parece sublime -si imaginamos, por ejemplo, que se nos cae encima-, su sublimidad es, como debe, cualquier cosa menos compasiva o tolerante.
Y, sin embargo, la ceremonia del autor y sus buenas intenciones se ha de referir a una ilación que no vemos. Porque es posible que nos gusten las palabras y que nos guste la obra y que después nos gusten un poco menos, por vacías y tautológicas aquéllas, por enmarcada en discursos y juegos florales ésta. Es posible que se vayan las obras o se vayan las palabras y que entonces aparezca el nexo que ahora no vemos. Es posible que sea un objeto surrealista y gratuito, un nuevo espejismo, tan irreducible como su incongruencia perpetua.

jueves, mayo 29, 2008

Insultos, lógica, buenas causas

Supongamos que el insulto puede justificarse políticamente. Mejor, que sea un mero y formal corolario añadido a una realidad de orden político que la propia posición o la ajena están llamadas a subrayar o fabular. Es decir, que puestos a buscar causas, razones o tal vez excusas, la argumentación haya de descansar sobre el asiento de una militancia política u otra.
Pero la consecuencia del corolario no vendría de los juicios previos, de su contenido y de su engarce. Más bien, ese corolario sería la conclusión material de una posición política contra la que se dibujan los desviacionismos varios. Y, sin embargo y por si hacía falta, esta constatación desactiva totalmente la posible verdad de los insultos y acentúa su valencia etológica, la de congregar al propio rebaño. O muta, si lo que muerde no es hierba.

miércoles, mayo 28, 2008

Mujer con gazuza

Está a dieta. Nos lo anunció cuando llegó a trabajar hace tres horas y ya se ha saltado la pausa del café y las otras ingestas habituales. Serán luego las doce, la una de la tarde y se dilatará el tiempo prolongado de la jornada de trabajo al tempo largo de los desiertos entre comidas que son tenues, secos oasis.
Como está a dieta, le ponemos lírica y alguien le ofrece tabaco. Manifestamos lo que se manifiesta a la menor ocasión en la España de nuestros días, a saber, solidaridad; pero no le acompañamos en su empresa de Tántalo voluntario.
Esta dieta parece provocar pocas imitaciones. No han dado las tres y mañana, dice, deberé traer una manzana: en un intermedio se teoriza acerca de que no comer exige comer. Hay quien se pregunta si al ayuno le convienen aditivos u otras químicas. Alguien apunta que los emulsificantes, pero nadie parece tener claro de qué se trata, ni de si coinciden con los emulsionantes. ¿Con qué se mezcla el ayuno? ¿Y qué color adquiere a nuestros ojos?
Está a dieta y se va a su casa. No aguantará. Sigue una dieta gratuita, cuando es el dinero el que da sustancia al mundo, la garantía de nuestras mortificaciones.

martes, mayo 27, 2008

Gambito de borrico

Me han pedido que publique aquí la cita y la nota que abren mi libro La unión. Aquí lo tienen los interesados, los curiosos, los demás lectores y no sé si de los que no entran en estas categorías cabe decir que lo tienen o más bien que no lo tienen:


Su sino era el del elefante, que fue el rey del cíclope
Y lo era por su mala memoria que es mucha y a ratos pía
Porque el cíclope cuando hacía queso de su ojo lloraba,
Así tan fuertemente el suero caía cuando él apretaba
Y en el mimbre su otro ojo su único ojo reventar veía
"¡Coño, que me quemas!" comentaba con un viajante una porfía.

Salomón Lustinach
La Pregunta por el Ojo de la Cerradura, vol. XVII, p. 348, 2º
Colonia de Nueva Colonia, Chubut, Argentina, 1952.



Salomón Lustinach murió en un barracón de la colonia Nueva Colonia, después de permanecer secuestrado durante cuatro años por unos alemanes refugiados en la por entonces, y no sólo, mal llamada República Argentina. Su obra cumbre, La Pregunta por el Ojo de la Cerradura, la había compuesto en los años treinta y alcanza los veinticinco volúmenes. Los mismos nazis que le secuestraron y asesinaron publicaron, en tirada muy reducida, veinticuatro de ellos, unos dicen que como expiación y otros que como coartada. Lo cierto es que a resultas de ello murieron cuatro tipógrafos y un ayudante perdió un ojo. Sólo se conserva el manuscrito del vigésimo quinto volumen, subtitulado Hic Jujuy, Hic Salta!, en una mina de sal en Utah, a la que nadie sabe cómo ha llegado, y una copia impresa del volumen XVII, curiosamente titulado también Hic Jujuy, Hic Salta!, del que procede el fragmento citado. Todo ello puede llevar a pensar bien que todos los volúmenes o partes de la obra se subtitulan así, bien que el título real de la misma es La Pregunta por el Ojo de la Cerradura. Hic Jujuy, Hic Salta! A los filólogos, aquí los quiero ver.
En su monografía sobre el pop islandés El informe de Blondie, en el capítulo dedicado al popular calipso-chill de los sesenta "The same twenty-five for today" de Aarno Saaknussen, Borges se refiere –bien que crípticamente y regateando en corto cualquier elogio– a Lustinach. Algunos exegetas apuntan que quizá, recientemente, Andrés Calamaro dejase entrever su interés por la respuesta a La Pregunta por el Ojo de la Cerradura. Ha de ser, sin duda, una obra exigente y premiosa. Yo no la he leído.

lunes, mayo 26, 2008

El mostrador

El mostrador y su ubicación, que tanto nos ayudaba a comprender que un lugar era un comercio y que en un comercio hay lugar y un lugar para el mínimo cliente y hay lugar y un lugar para el tendero. El mostrador era una frontera con todos sus agobios en la librería, en la juguetería, en el estanco de tabacos.
Era un tiempo en que los mostradores genuinos defendían todas las paredes con estanterías abiertas o defendían todas como una muralla interior infranqueable Que los mostradores sirvieran para mostrar el género suponía ya acepción de clientes y en muy raras ocasiones eran mesa de intercambio o negociación para el cliente niño. De hecho, si se nos permite, podemos ahora decir que el mostrador ponía en evidencia el género, porque hombres y mujeres se relacionaban de modos muy diferentes con esa mesa para personas erectas que es -y es también el caso de algunas otras mesas cuya relación dejamos al lector- un mostrador.
Las tabernas, como es sabido, no llaman mostrador a sus mostradores, salvo por contingente semilapsus del bebedor o del padre del niño que quiere fanta o quería sanitex. Porque en tales comercios el mostrador era todo el establecimiento y de lo que se trataba, de ahí la mayor altura del dispositivo, era de proteger las botellas de unos parroquianos, habitualmente celosos y enfebrecidos en su romería y asalto diarios a su templo de no siempre pías libaciones. Y nótese que si los mostradores han sido eliminados de casi todos los comercios, no ha sucedido lo mismo con los bares. En lo que se dan discusiones, y no se vea en este comentario impiedad o libación excesiva, es en sí el presbiterio de los bares es el lugar tras la barra o es el ocupado por los bebedores más contumaces, los que suelen traspasarse con el negocio cuando todos los camareros se han jubilado.

viernes, mayo 23, 2008

Les campagnes de Gênes

Si fueron asediados por otros hace algún tiempo, parece que ahora se asedian ellos mismos. ¿Usted lo entiende? Pues yo tampoco, que más o menos venía a decir el Gran Jan. Y es que, por completar el mal chiste, es para quedarse un poco mosca.

Por cierto, volvemos el lunes 26.

jueves, mayo 22, 2008

Embocadura

Al orador le fallaba la embocadura, que es el especial cuidado que aquél debe observar para una correcta circulación de las palabras. Porque esta circulación consiste en un flujo que sale de la boca, se bifurca y se bifurca y en parte regresa por el oído facilitando el correcto control del ejercicio. Y, en cambio, una errónea circulación, resultado de incorrecta o defectuosa embocadura, es la que se produce en el caso de que todas las palabras vuelvan a entrar sin mayor retardo a la boca por la que acaban de salir, lo que provoca primero engolamiento y, después, constipado
Pues bien, tras este preámbulo, volvamos a muestro orador, el de la mala embocadura, no sin antes añadir que estos problemas disminuyen la calidad del arte y de la ejecución, pero no lo impiden absolutamente y, así, durante una buena media hora, nuestro hombre sostuvo su discurso de modo mediocre, pero quizá suficiente.
Y habían pasado treinta y pocos minutos cuando pudimos ser testigos de un fenómeno, extraordinario y sorprendente pero registrado en las publicaciones científicas, que hoy traigo aquí, no sólo para general ilustración, sino también por el afán de compartir experiencias similares. El caso fue que de pronto pudimos apreciar que las palabras que entraban no seguían a las que salían y que, al contrario, los períodos entrantes precedían a lo que algo más alto y claro podíamos oír que salían de la boca del orador. La sensación era singular, incomparable, al menos para los que nos sentábamos en las primeras filas. Quizá pudiera apuntar, aunque esto bien puede ser ilusión, una leve pero constante vibración en las mejillas.
A los pocos minutos, nuestro hombre, apesadumbrado y visiblemente fatigado, se retiró. Yo diría que sus mocasines negros, excesivamente lustrados, marcaban el camino de la retirada a sus avergonzados pies.

miércoles, mayo 21, 2008

Apólogo para después de la lluvia

Salimos y ya no llovía. Nos apresuramos hasta haber cruzado el descampado entre el instituto y las primeras casas. Estábamos protegidos bajo una cornisa cuando la lluvia recomenzó con fuerza. Fue en ese momento, y fue como una marioneta movida por las gotas que nos salpicaban, cuando Ignacio comenzó también a gritar y gesticular. No tenía el billetero y en el billetero llevaba el carnet de identidad, la tarjeta plastificada que desde hacía un par de meses era -digámoslo todo- su posesión más preciada:
- Al salir lo llevaba. Estoy seguro. Me fijé, me fijo siempre. Se me ha tenido que caer en algún sitio.
De los cinco, todos menos Alberto, que se negó, pero aceptó esperarnos, volvimos sobre nuestros pasos y nos pusimos a buscar y a calarnos bajo la luz cada vez más exigua de la tarde. A los diez minutos dejó de llover. Estábamos calados y aburridos y a punto de abandonar. Vimos como Alberto se acercaba indiferente a nuestros insultos, se desviaba, se movía a un lado y otro, para agacharse con no poca circunstancia y anunciar finalmente:
- Aquí está. No sabéis buscar.
Todos juramos que habíamos mirado allí mismo. Teorizamos sobre el contraste entre el marrón oscuro del billetero y el casi más oscuro de la tierra mojada. Hablamos de la conveniencia de no obsesionarse en tarea alguna, corolario por cierto muy satisfactorio en su aplicación a nuestras tareas escolares, y nos dispusimos a olvidar el asunto. Ignacio muy solemne manifestó su agradecimiento a Alberto. Alberto se permitió un gesto de burla y sólo le dejó recuperar su DNI tras regatearle la devolución un par de veces con habilidad de malabarista.
Alberto no buscaba. Alberto encontraba. Alberto sabía también trabajar su propio prestigio. Tenía gracia Alberto.
El día que enterramos a Alberto llovía con la lluvia constante e implacable de los cementerios. Al regresar a la ciudad, los cuatro en mi coche, fue inevitable que acabáramos en un bar. Era ya tarde y la conversación había revisado bastantes años, algunos vividos en común y otros en lugares y con suertes muy distintas. Ahora estábamos en silencio. En televisión, se veía lo que parecía un grupo de médicos en un hospital:
- Mira, el orate hijodeputa, dijo Félix.
Nadie siguió. Ignacio hizo un movimiento repentino y algo violento, pero sólo estaba sacando el billetero. Lo dejó a un lado, sobre la barra, y al alcance del camarero algunos billetes. Afuera llovía con fuerza.
El camarero no había traído aún el cambio. El silencio parecía definitivo, lo que significaba sin duda que nos habíamos despedido de Alberto con los debidos honores y que debíamos dar por concluida la ceremonia. Fue entonces cuando Juan Pablo, a la vista de todos, cogió el billetero y fingió teatralmente que se lo guardaba en un bolsillo interior de su chaqueta. Luego, con un pequeño malabarismo lo volvió a dejar en la barra al alcance de su dueño.
En ese momento, todos comprendimos.

martes, mayo 20, 2008

Ancho de banda

La banda sigue tocando desplegada sobre nosotros. Se nos antojan demasiado extendidos en un abánico al que el director domina, e insiste en dejarlo claro, sin ojos y sin manos, como una bicicleta.
La música se sobrepone a griterío residual del ocioso público. Irremediablemente, atendiendo a dos o tres conversaciones y un pasodoble. Debe de ser la música que me ha excitado hasta la hiperestesia, la gimnasia y la magnesia y, si no don de lenguas, he adquirido un famoso don de orejas que me impide olvidarme del matrimonio de la izquierda y de las dos señoras de la derecha, a las que imagino fidelísimas al espectáculo y sujeto de los consiguientes derechos al cotorreo y a las sillas de tijera.
Mañana lloverá y no se atreverá la banda. Esperemos no oír todas y cada una de las gotas.

lunes, mayo 19, 2008

Amiguetes

El barrio, ser de barrio, con el prestigio de la comunidad frente a la sociedad. En realidad, a los del barrio les cuesta reconocer las relaciones que unen entre sí a los que no son de un barrio, sino del frío centro burgués. Alguien negará que a la comunidad puedan amalgamarla los intereses, pero tal posición equivale a reconocer algún tipo de santidad a, digámoslo, los pobres, una que contribuye a que lo sigan siendo.
Además queda bastante lugar para esos espejos que constituyen una comunidad, que suele definirse y reconocerse por lo que excluye.

domingo, mayo 18, 2008

Aventuras en las viejas calles

Las viejas calles nos proporcionan recuerdos de verano y recuerdos de invierno o indefinidos. Los antiguos días de verano nos hacen pensar en tascas frescas y en su olor a cemento y vino. Pero, sobre todo, nos hacen pensar muy paradójicamente en la novedad que para cada cuál es su propia juventud: la libertad de esos años era la que nos había llevado por barrios antes poco frecuentados o incluso rehuidos. Literariamente, podría parecernos que esa nueva edad nos devolvía a un tiempo muy anterior, a las primeras décadas del siglo XX, y que en ese tiempo hallábamos una rara sabiduría y una mejor experiencia.
Pero esta constatación la hemos introducido con el adverbio "literariamente" y este adverbio no debe hacernos olvidar-ni siquiera en esa posición en que ejerce de gran chambelán de todo el período- que hay literatura muy mala, la que emana inevitable de estos recuerdos, falsos y en el fondo apesadumbrados. La que nos hace volver a unas calles que quizá sólo sean una conversación casual con una muchacha de la que no sabemos nada, en una noche de verano cerca del río, una muchacha a la que estamos poniendo otro rostro y otra voz, una muchacha amable a la que no podemos responsabilizar por toda esta retórica y cuyas palabras eran exactas, una muchacha que tal vez creía que estaba hablando con otro.

sábado, mayo 17, 2008

Mercado

Acudimos al mercado de buena mañana. Si es cierto que a la tarde los precios bajan, resultará que estamos dando un valor preciso a los costes de la transacción, las colas sobre todo.
Sin embargo, ese tipo de costes se difumina en un punto contra punto de amenos encuentros mañaneros y ansiedades por acabar cuanto antes con los trámites y exigencias del comercio. En otras palabras, estamos deseando acudir a otros mercados, del sector de la hostelería líquida en particular. Y lo que nos ofrece este mercado es un paréntesis en el tiempo. Es decir, lo que compramos es perder el tiempo allí, y de manera especialmente boba. Tal es la conducta pseudoracional del dilapidador: disolver sus deseos en sus necesidades adquiridas, más o menos dramáticas, más o menos admisibles en las estampas que ilustran la pequeña zoología urbana..

viernes, mayo 16, 2008

Cementerio de Málaga

Las horas que pasamos en el cementerio de Málaga aquel día del verano de 1999, De ellas quedan los detalles absurdos y, por tanto, cargados de sentido. Palabras habituales en entierros y, por lo visto, también en incineraciones. Observaciones laterales, raramente referidas -más bien al contrario- al asunto que nos había llevado allí. Notemos de paso que la incineración supone que uno se va de allí con algo en una bolsa, que le entregan ese mismo día o al otro. A nosotros, ese mismo día de verano y de los detalles, elijo el de una breve discusión acerca de en qué maletero.
Veo ese cementerio por televisión, o creo verlo, con las instalaciones anejas a lo que debe representar un lugar de tránsito: tránsito para parte de cada expedición que allí llega, y para toda la expedición y comitiva: recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
El muerto no es el que rellena los papeles, el que se toma un café con un bollo en la cafetería o el que compra flores. El muerto no es el que llora ni el que necesita consuelo. Pero esa puerta de una ciudad que llamamos ciudad por aliviar las realidades es también un lugar de olvido y de trámites precisos. Un paradójico paréntesis del duelo.
Al final, aquello que dijo McArthur.

jueves, mayo 15, 2008

Paracaídas para las ideas

Hay ideas que aterrizan sin metáfora y para que no se rompan resulta imprescindible el uso del paracaídas. Lo que en ocasiones poco importa, porque los habitantes de la pista de aterrizaje luego las destrozan.
Cumpliéndose una bien conocida ley física, cuanto mayor es el tamaño de la idea, más fácil es que se rompa. De todas maneras, cuesta mucho trabajo hacer volar una idea grande, que siempre nace en la tierra. Por eso –cuando paseamos por el campo, ya sea este propicio a las tomas de tierras– es muy raro encontrar los miembros esparcidos de una gran idea, y menos en la conversación que nos pueda dar algún pastor que pase el día meditando sobre los indomeñables fenómenos atmosféricos.

miércoles, mayo 14, 2008

La cena

Acudían muy pocos a la cena y la nave, en penumbra y capaz para cientos de reclutas, acogía en las mesas más cercana a las cocinas a no más de treinta individuos que pertenecían a alguna de las siguientes categorías:
1. Cabos o soldados con alguna obligación.
2. Reclutas sin dinero.
3. Reclutas sin viandas.
4. Reclutas sin amigos con viandas o bebidas.
5. Reclutas sin amigos.
6. Animales de costumbres.
Hay que incluir, naturalmente, a algunos recién llegados que se apuntaban pare ver de qué iba aquello y que al cabo de un día o dos pasaban a engrosar la amplísima categoría de quienes no querían formar entre paseo y retreta. No era el menú, por cierto, sino la atmósfera mortecina alrededor de los comensales lo que desanimaba a éstos últimos.
Como quiera que las categorías dos, tres, cuatro y cinco eran más bien reducidas e incluso tendían a desaparecer con el tiempo, los amos de la cena eran, en fin, los que hemos llamado animales de costumbres, pues sólo éstas les empujaban al comedor cada noche.
Yo estoy seguro de que los tales sostenían un discurso bien articulado sobre su opción vespertina, discurso que, sin duda, no olvidaría la descalificación de todos sus otros compañeros de instrucción, por frívolos y derrochadores.
Sin embargo, lo cierto es que se trataba en general de personas que no tenían mucho trato con el lenguaje hablado y que gustaban de las cenas en silencio. Lo que no eximía a los cabos, a algún alférez incluso, de realizar el impagable servicio de atender a los filosofemas mudos de los que no perdonaban una cena.

martes, mayo 13, 2008

El expulsado

Cuando uno ve las caras largas todas al compás y al desdén de no nombrarle, lo mejor es no amedrentarse, que dicen los jurisperitos y los ripios en su guaflex con acetato. El club, y de siempre lo hace, suele sacar a las señoras para corroborar a las mujeres, como si a éstas les hicieran falta aquéllas, las cuales, sin embargo y por si hiciera falta decirlo, son temibles.
Pero si uno se siente expulsado es entonces cuando uno tiene que recordar que no se trata de un club y que el único poder de los socios es que nosotros queramos descender a su nivel.

R. van Persie, Memorias de un conservador a ratos, Leiden, Fles, 2001.

lunes, mayo 12, 2008

Las cuatro geografías

Las metrópolis alejadas, solas casi en las inmensidades de su hemisferio, provocan nostalgias que se traducen en geofrafías que aparentan significados inauditos (Borges), que son atravesadas por túneles y atajos (Bioy), que hallan su contrapunto en otras metrópolis antiguas o en las geografías cerradas de una casa o una red subterránea (Cortázar), o que -en fin- penden de un tiempo y un apocalipsis inextricable (Oesterheld).
Pero lo cierto es que cada hombre es una isla, en su casa o en su ciudad. Así que sólo depende de él que la geografía que premedite encaje en alguna de las que la taxonomía nos ofrece. Que pueble su ciudad provinciana de pasadizos y prestigios, que la figure espejo de otro laberinto, que finja que sus pasos trazan una elíptica geometría sobre las engañosas calles o que, de pronto, seamos sólo supervivientes.

domingo, mayo 11, 2008

Sabado noche como domingo mañana

Independence day: en una cadena emiten esta película. En otra, Soldado Universal, del mismo director, no sabemos si independiente o universal -el caso es que alemán- Roland Emmerich.
Independence day contradice varias leyes de la física, de la informática y de varias disciplinas más, pero en cambio no contradice ninguna ley de la narrativa popular. Así que ninguna televisión puede dejar de programarla al menos una vez cada dos años y yo la veo a trozos a falta de fútbol, que no contradice ninguna ley de ninguna disciplina conocida.
El hace pococitado en este blog Terry Eagleton, al final de su El portero, se entretiene hablando de las frases que pueblan idénticas los diálogos cinematográficos. Quien ha ido al cine lo sabe y el que no también: Yo que tú no lo haría forastero. En Independence day tenemos buenos ejemplos de diálogos repetidos en situaciones repetidas: Ante el plan propuesto por uno de los protagonistas para salir de la apurada situación en que se encuentra la humanidad entera, hay un personaje de cierta edad y responsabilidad que dice: No lo escuche Señor Presidente. Es una locura. Ante lo que otro personaje de equivalente edad y mando declara: Espere un momento. Existe una posibilidad.
Y tenemos buenos ejemplos, por no hablar de tipos e historias, hasta de los planos: el militar de graduación intermedia que apremia a los últimos civiles a entrar al refugio y que cierra la puerta de éste en el último segundo, encuadrado desde fuera del refugio mientras los más tardíos y pasivos refugiados entran en nuestro campo de visión.
No sé si los responsables de la película se la plantearon tal y como yo la vi ayer: como el producto de un grupo de profesionales pasados de rosca que compiten por ver quién incurre en el tópico más seboso o en el petardo más visto, quizá con la coartada de hacer arte del siempre nuevo material de derribo del cine popular. Seguramente, no.
Cabría la posibilidad también de que la obra la hubieran producido los extraterrestres, siempre tan humanoides y linneanos. A fin de cuentas, cuando echemos las cuentas de la historia de este planeta resultará sorprendente que se hayan escritos más fabulaciones en que éste es invadido (comenzando con la panspermia) que al contrario.

sábado, mayo 10, 2008

Seguimos con los adjetivos

Y seguimos con la divulgación científica. Claudi Alsina, en su Vitaminas matemáticas. Cien claves para sorprendentes para introducirse en el fascinante mundo de los números (Ariel, 2008) menciona al francés André Antibi y a lo que éste llama la "constante macabra", adjetivo de intención más simpática que el "fúnebre"de ayer y de Carlyle. Antibi sospecha de la onmnipresencia de la ley normal en las calificaciones escolares. Antibi sospecha que los profesores puntúan de manera que no se alejen las notas que otorgan de la famosa campana sin badajo. Yo sospecho que no anda errado.
A favor de la sospecha, quizá esté el hecho de que casi cualquier clase de veinticinco alumnos en uno y otro hemisferio da siempre resultados campaniformes, aunque el examen no sea de protohistoria.
Es sabido que en los estudios estadísticos hubo una época de ubicuidad de la distribución normal y que las leyes de la estadística parecen ser de lo mucho, o sea que parecen democráticas y, en el caso que nos ocupa, de los inspectores de educación.
Quede aquí el asunto y contentémonos con citar una estupenda y dulcemente irónica alusión o cita apenas oculta. Alsina, en uno de los capítulos vitaminados y mineralizados de su libro y tras instruirle para ello, anima al lector a fabricar (construir, descubrir, imaginar, ...) su propio número irracional:

¿Se anima a fabricar ahora uno nuevo? Permita que me fabrique yo uno al que bautizaré, por motivos obvios, como a:

a=0,1230,12300123000123000012300000... (1)

Se trata de un desarrollo infinito donde la presencia de secuencias crecientes de cero asegura que no habrá nunca un período que se repita. ¡Ya lo tengo! ¿Y usted?Aproveche un margen de esta página para definir el suyo...¡Felicidades!

(1) Al copiar el número, he vacilado por un momento entre copiar todas las cifras que escribe Alsina y así citar literalmente y dejarlo antes, una vez que quedaba claro como seguía el número. Ser infiel a la literalidad confirmaría paradójicamente la identidad del número sobre la buena fe de que su descripción es suficiente, que no va a saltar la sorpresa de un 125 solitario entre los 123 inacabables. ¿O deben ir entre comillas estos grupitos de tres cifras?

viernes, mayo 09, 2008

No para el lector picajoso

Alfredo Pastor escribe una introducción popular a la economía a la que titula La ciencia humilde. Economía para ciudadanos (Crítica, 2008). Nos anuncia, pues, que no es la ciencia lúgubre de Carlyle, quien no ahorró otros adjetivos aún peores que 'dismal' para la misma. Es curioso, sin embargo, leer las palabras con las que Pastor inicia su obra:

Este libro empezó por llamarse "El buen vasallo", por aquel verso del Poema de Mío Cid:

¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!

enténdiendose que el vasallo es la economía, y el señor, el ciudadano; pero se eligió otro título, con buen criterio, por no correr el riesgo de que el lector creyera que el vasallo era él; el cambio, no obstante, no altera el enfoque original del libro, que es mostrar cómo la economía está al sevicio del ciudadano, y no al revés.

Pastor no parece completar la analogía que propone al picajoso lector: la economía es buena, pero la bondad del ciudadano se expresa en el modo Subjuntivo. En cualquier caso, mejor aprovechar la ocasión para corregir, desde el mismo título, a Carlyle, quien, tal vez, hubiese preferido el siglo XI (y ello pese a las añagazas prestatarias del infanzón burgalés) al suyo.

jueves, mayo 08, 2008

Memorias de un joven católico

En un capítulo de Terror Santo (Debate, 2007), casi al final del libro, Terry Eagleton nos cuenta Mujeres enamoradas. Eagleton busca ilustrar, por decirlo pronto y mal, las metamorfosis o las mil caras del nihilismo y de la voluntad como potencia abstracta y los personajes de Lawrence, con sus hechos y sus palabras, le posibilitan llenar de materia y dar forma a sus razonamientos.
Al pronto, me da por pensar que, digamos lo que digamos y casi hagamos lo que hagamos, en estos tiempos ya no se nos puede interpretar, que podemos decir cualquier burrada y no significará sino que podemos decir cualquier burrada.
Es verdad también que el intérprete tiene que interpretar y puede además decir que no pretende descubrir el sentido de las cosas o el de la vida, pero que nosotros algo seremos y que en alguna categoría se nos podrá encuadrar.
El portero es un libro autobiográfico de Terry Eagleton de interés y no exento de chistes bien traducidos en la versión española. El sentido de la vida (Paidós, creo que también 2008) es otra traducción reciente al español. Las ideas se mueven entre los numerosos escritos de este autor con un sentido dramático no demasiado lejano al del vodevil. Por cada una de las puertas de cada capítulo, puede aparecer la idea loca de la familia o la del barrio. O no aparecer. Pero la propensión de Eagleton, el atractor más potente de su prosa y su pensamiento, es el de la tragedia.
Y no sólo me temo que nuestra tragedia es que podemos mostrar cualquier síntoma y parecer cualquier cosa y, con todo, ser cualquier otra, para desesperación y desaparición del intérprete: lo que me temo es que la tragedia es saber que, en medio de leyes férreas y determinados por fuerzas que nos superan, verdaderamente podemos todos -críticos literarios incluidos- ser cualquier cosa. No hay ninguna libertad en ello, pues ser cualquier cosa es lo mismo que no ser nada.

miércoles, mayo 07, 2008

Noncoding prose

Como sucede con el ADN, es posible que buena parte de la prosa no codifique información significativa o productiva. Ahora bien, si es factible discriminar entre los dos tipos de ADN, no ocurre lo mismo con la prosa, que suele disfrazar su verdadera condición.
Sin embargo, debe recordarse que el significado del ADN bien puede ser un mono, un perro o un mero hombre, con lo que su significado sería tan baladí como lo es el de la noncoding prose.

N.B.: Recuérdese la non-code prose de la que pueden hablar los informáticos lectores.

martes, mayo 06, 2008

Ajena y propia

Si el poeta pudo advertir al lector de lo extemporáneo de sus protestas de vergüenza ajena a cuenta de las confesiones impúdicas de aquél y si podía argumentar su advertencia en que en su caso y en su día la vergüenza sentida fue propia, corresponde ahora volver sobre la vergüenza ajena y sus relaciones con la propia. En efecto, la vergüenza ajena es fenómeno no sólo de naturaleza metonímica: afirma también que el que la siente es diferente de quien la provoca, y que no hay parecido o analogía posible entre los rasgos pertinentes de uno y otro, pero al mismo tiempo niega tal distancia y más bien la afirma.
Pues lo cierto es que para sentirla, alguna cercanía en la esencia y no sólo en el espacio y en el tiempo debe darse. No nos puede producir vergüenza ajena la conducta de una bestia, ni siquiera la de un oso o un perro. En general, podemos definir instrumentalmente al extraño como quien no puede causarnos el sentimiento del que hablamos.
Pero aún más, el problema ético (véase) de la vergüenza ajena es paralelo a su ambigüedad entre la empatía de quien la siente a quien la provoca y su objetivo de marcar distancias. Se obtiene así una oscilación por la cual pasa quien la siente de hacer un bien a hacer mal a su, al fin y a la postre, semejante. Por eso, cabe la posibilidad de que bajo el rótulo de vergüenza ajena se escondan cosas muy distintas y contradictorias. O que, al menos, que a un sentimiento único y bien especificado le sigan actitudes y conductas muy diferentes, de la caridad al puritanismo.

lunes, mayo 05, 2008

Dificultades de aprendizaje I

La edad, gran enemiga de la capacidad de aprender, nos regala con una multitud de discursos que sirven para dar cuenta de los escasos éxitos. Es cierto que algunos pedagogos intentan consolar al gran público haciéndose lenguas de la polimorfa capacidad de aprender de los talludos varones y hembras.
No hay que lamentarse demasiado. Ni por una cosa ni por la otra. El niño que no aprende responde seguramente de otra manera y los psicólogos habrán clasificado las conductas que siguen a una frustración y habrán dictaminado si no aprender es para él una frustración y cuándo lo es, en su caso.
No obstante, si con la edad no aprender se convierte en una gran frustración, cabe deducir que lo que la edad sabe o cree saber es que hay prisa. Naturalmente, no hay prisa porque lo que se pretende aprender es el disfraz de una enmienda a la totalidad, dramáticamente retrospectiva. Imagino que, llegados a este punto, los libros de autoayuda recomendarán tomárselo con calma, disfrutar del momento y cosas por el estilo. Pero es mentira.

domingo, mayo 04, 2008

Lecturas, generaciones

A propósito de Leopoldo Calvo Sotelo escribe Miguel Ángel Aguilar:

El presidente que llegaba a La Moncloa en febrero de 1981 sabía cálculo infinitesimal y física cuántica, además de resistencia de materiales, había leído a Heisenberg, a Heidegger, a Teilhard de Chardin, a Jacques Maritain y a Zubiri y estaba familiarizado con los clásicos de la literatura europea y americana, tocaba el piano y abominaba de las cajetillas de Ducados y de los juegos de naipes, en especial de los de envite.

Lo del piano, los ducados y el mus son del hombre; como casi lo es La Moncloa, y hasta Heidegger y Heisenberg. Las otras lecturas son una generación, la definen con sus preferencias, sus limitaciones, sus sesgos, los extraños atavismos que asoman en las conversaciones de nuestros mayores, que asoman con mayor mérito -por decirlo de algún modo- que nuestros propios atavismos y nuestros ciegos límites cuando hablamos con los más jóvenes o cuando nos quedamos callados.

sábado, mayo 03, 2008

Vencidos

Como Fernando Rodríguez, que nos sacaba una cabeza por aquel entonces -aunque es posible que a los pocos años esto hubiera dejado de ser así- era un niño, pudo apuntar al elemento fundamental que muestra el cuadro que el Sr. Álvarez había incluido en uno de sus libros:



- Estos de aquí se podían echar encima de los soldados, que están apuntando todos al mismo sitio. Y el de blanco, si baja los brazos, también les podía quitar los fusiles.

Lo que nos sorprendía a todos los que asentimos, que éramos todos los presentes, es algo que años después -cuando la estatura de Fernando Rodríguez le hubiera situado en un percentil más discreto- aprendimos: Los muchos hombres hacen un animal muy raro que, en poco tiempo, pasa del impulso organizado a la negra sumisión. Si se quiere, es la dialéctica de los pocos amos y los muchos esclavos.
Ese animal ciclotímico tiene poca capacidad para negociar con los desesperanzados animalillos que componen su cuerpo de aparentes mil cabezas. Pero como no muere aunque mueran todos éstos, sigue confiado en su propio regreso y en futuras victorias. Como cuando con todas sus cabezas pensaba en que siempre era posible vencer a los verdugos armados en un salto al unísono de todos los niños, Fernando Rodríguez incluído, aunque a éstos en concreto la vida les ha enseñado que el otro animal, el que forman los verdugos es de una capacidad y una fiereza nada despreciables.

viernes, mayo 02, 2008

Telemadrid

Telemadrid cierra su programa sobre el 2 de Mayo con la intervención de la conocida historiadora Esperanza Aguirre. Desde hace un par de décadas parece que existe un curioso equívoco entre el rompeolas de todas las Españas (plural que algunos utilizan como si significara algo) y el Estado con asiento en la ONU del que es capital, y valga la perífrasis. Del mismo modo que se dice -se trata de una metáfora historiográfica que ha hecho fortuna-que el PNV oscila pendular entre una mayor radicalidad independentista y un acomodo constitucional con sus nueces y avellanas, se diría que Madrid y sus políticos del PP hablan en ocasiones como políticos madrileños y otras, no como políticos y representantes de los españoles -que si tal fuera el diagnóstico sólo habría de imputarse a la dejación de otros-, sino como representantes de los primeros o mejores españoles. A más de uno, tal cosa les parecerá evidentemente vizcaína y, lo que es peor y más verdadero, prueba inequívoca de la realidad histórica de España, una unidad que precedió y posibilitó su constitución como nación política, y que lamentablemente no aplastó las vindicaciones de asimetría -dígase en griego o dígase en vizcaíno-, la cual no es sino la diferencia en lo que hace al estado.
Pero lo anterior es el accidente y hemos de ir a la sustancia televisiva. Habiéndose despedido Esperanza Aguirre no con los fusilamientos de Murat sino con la portentosa noticia de que San José es el 19 de marzo también en 1812, Telemadrid emitió Blackhawk derribado -Blackhawk Down en el siglo- y allí vemos como parte del pueblo de la ciudad o lo que sea antes conocido por Mogadiscio y ahora por Mogadishu se levantaba contra unas tropas de ocupación bastante payas, dicho sea con la mejor de las intenciones.
En 1993, no debió de haber ninguna localidad cercana cuyo alcalde representase fractal la soberanía nacional de Somalia o, al menos, no hemos sabido de él. Parece que sí han podido saber en algunos respetados bufetes de abogados de eso que se llama la City. Aún graznan los cisnes. Crotoran, quizá, los marabúes.

jueves, mayo 01, 2008

Primero de Mayo en Madrid

Tanta gente que decidimos seguir los acontecimientos desde casa, retirados en la paz imposible de los adosados de la sierra. Es lacht der Mai, nos comentan felices los telediarios y procedemos a recopilar las flores del día y las hojas de los calendarios. En el Congreso de los Diputados, el Policía Nacional de guardia se esconde ante los turistas que casi deciden cabalgar los leones para su foto, nada nuevo. Más abajo un joven explica en inglés a un visitante también juvenil algún episodio asombroso, fantástico y absurdo (y pese a ello totalmente falso, un fruto de la ignorancia pretenciosa) de la historia de España, algo sobre árabes y no sabemos muy bien quiénes más.
Más arriba, los líderes sindicales han comenzado a entretener al público asistente (ya dijimos que luego les oiríamos en televisión), cada uno en su estilo, en sabio contrapunto y en chanza que los oyentes reconocen y agradecen, como reconocen y tal vez agradezcan el vino de las tabernas.
Esperan los bocadillos de calamares, los animosos socios del Ateneu de no sé qué localidad catalana marchan de museo en museo, las colas serpentean como serpientes sin cabeza. Una muchacha oriental canta boleros para desconcierto de los visitantes del Jardín Botánico. Han dado el Premio Nacional de Literatura a Ángel Palomino. Eso escribía en un poema Roberto Iglesias un año que también le dieron el Premino Nacional de Literatura a Ángel Palomino. El ministro Moyano, don Claudio, advierte que la instrucción pública se derrama como una babel y cinco marcelinos de los rebosantes quioscos de prensa.