Telemadrid cierra su programa sobre el 2 de Mayo con la intervención de la conocida historiadora Esperanza Aguirre. Desde hace un par de décadas parece que existe un curioso equívoco entre el rompeolas de todas las Españas (plural que algunos utilizan como si significara algo) y el Estado con asiento en la ONU del que es capital, y valga la perífrasis. Del mismo modo que se dice -se trata de una metáfora historiográfica que ha hecho fortuna-que el PNV oscila pendular entre una mayor radicalidad independentista y un acomodo constitucional con sus nueces y avellanas, se diría que Madrid y sus políticos del PP hablan en ocasiones como políticos madrileños y otras, no como políticos y representantes de los españoles -que si tal fuera el diagnóstico sólo habría de imputarse a la dejación de otros-, sino como representantes de los primeros o mejores españoles. A más de uno, tal cosa les parecerá evidentemente vizcaína y, lo que es peor y más verdadero, prueba inequívoca de la realidad histórica de España, una unidad que precedió y posibilitó su constitución como nación política, y que lamentablemente no aplastó las vindicaciones de asimetría -dígase en griego o dígase en vizcaíno-, la cual no es sino la diferencia en lo que hace al estado.
Pero lo anterior es el accidente y hemos de ir a la sustancia televisiva. Habiéndose despedido Esperanza Aguirre no con los fusilamientos de Murat sino con la portentosa noticia de que San José es el 19 de marzo también en 1812, Telemadrid emitió Blackhawk derribado -Blackhawk Down en el siglo- y allí vemos como parte del pueblo de la ciudad o lo que sea antes conocido por Mogadiscio y ahora por Mogadishu se levantaba contra unas tropas de ocupación bastante payas, dicho sea con la mejor de las intenciones.
En 1993, no debió de haber ninguna localidad cercana cuyo alcalde representase fractal la soberanía nacional de Somalia o, al menos, no hemos sabido de él. Parece que sí han podido saber en algunos respetados bufetes de abogados de eso que se llama la City. Aún graznan los cisnes. Crotoran, quizá, los marabúes.
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