- Estos de aquí se podían echar encima de los soldados, que están apuntando todos al mismo sitio. Y el de blanco, si baja los brazos, también les podía quitar los fusiles.
Lo que nos sorprendía a todos los que asentimos, que éramos todos los presentes, es algo que años después -cuando la estatura de Fernando Rodríguez le hubiera situado en un percentil más discreto- aprendimos: Los muchos hombres hacen un animal muy raro que, en poco tiempo, pasa del impulso organizado a la negra sumisión. Si se quiere, es la dialéctica de los pocos amos y los muchos esclavos.
Ese animal ciclotímico tiene poca capacidad para negociar con los desesperanzados animalillos que componen su cuerpo de aparentes mil cabezas. Pero como no muere aunque mueran todos éstos, sigue confiado en su propio regreso y en futuras victorias. Como cuando con todas sus cabezas pensaba en que siempre era posible vencer a los verdugos armados en un salto al unísono de todos los niños, Fernando Rodríguez incluído, aunque a éstos en concreto la vida les ha enseñado que el otro animal, el que forman los verdugos es de una capacidad y una fiereza nada despreciables.
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