El verano regresa también en nuestro otoño despintado. Tomo un librito cuya delgadez me llama la atención entre los otros lomos, más gruesos y vitandos a estas horas de agosto. David Hume, tan breve en su propia vida, en alguna carta y en un apéndice con vocación de Umstülpung.
Borges se esfuerza en algún lugar por conectar a Hume con el
eterno retorno. Es más, cualquier día de estos se vuelve a esforzar. Si en el poema “La noche cíclica”, que me
viene a las mientes en esta siesta oblonga, la alusión presenta algunas serias dificultades
de procesamiento, en “El tiempo circular”, el autor de Historia de la Eternidad declara un pasaje justificatorio:
Muy anterior es un lacónico pero suficiente pasaje de David
Hume; consta en los Dialogues concerning natural religión (1779)
que se propuso traducir Schopenhauer; que yo sepa, nadie lo ha destacado hasta
ahora. Lo traduzco literalmente: "No imaginemos la materia infinita, como
lo hizo Epicuro; imaginémosla finita. Un número finito de partículas no es
susceptible de infinitas trasposiciones; en una duración eterna, todos los
órdenes y colocaciones posibles ocurrirán un número infinito de veces. Este
mundo, con todos sus detalles, hasta los más minúsculos, ha sido elaborado y
aniquilado, y será elaborado y aniquilado: infinitamente" (Dialogues,
VIII).
Vamos al original expandido:
Instead of
supposing matter to be infinite, as Epicurus did, let us suppose it to be
finite ·and also suppose space to be finite, while still supposing time to be
infinite·. A finite number of particles ·in a finite space· can have only a
finite number of transpositions; and in an infinitely long period of time every
possible order or position of particles must occur an infinite number of times.
So this world, with all its events right down to the tiniest details, has
already been produced and destroyed and will again be produced and destroyed an
unlimited number of times. No-one who properly grasps the difference between
infinite and finite will have any trouble with this conclusion.
de nilo quoniam fieri nil posse uidemus.
Yo tomo la cuestión del eterno retorno como muestra de un desapego profundo a la vida. Ya verás como esto me tenía que seguir pasando a mí. Así, una vez más el optimismo del que abraza la vida, el instante con todos sus alrededores se sustituye con ventaja por el pesimismo del que la mira con precaución, y ambos se reúnen en una cifra que encierra el universo y parte de la luz de ese mes que decíamos antes. No vale tampoco decir algo así como que todas las veces son esta vez. Nos comemos nuestra mazmorra ergódica con patatas.
En cuanto a Hume, lo interesante aquí son las premisas que
utiliza: finitud del espacio y de la materia en un tiempo infinito. Para alguien que lo de causa y efecto lo veía con alguna distancia no
está mal pasar de una transposición de partículas a un evento que supone una
serie ordenada de transposiciones (Bueno, es un diálogo, no adscribamos al autor
todo lo que se dice, aunque lo diga el personaje que se le supone más próximo)
Por cierto, más interesante es lo que Philo dice a
continuación, puesto a expulsar todo agente y todo agente preciso para mantener
la estabilidad del mundo finito y que dejamos para otro eón. Estaría pensando
en algún amigo de los relojeros. Y no me refiero solo a William, sino también a
Isaac.
Se antoja materialismo después de casi todo en ese razonamiento,
un materialismo que ama y tiene puestas todas sus complacencias en las
partículas, que son capaces ellas solitas de conformaciones que nadie imaginó
ni imaginará, imaginador incluido. El truco va a ser, ese. Un materialista de los de toda la vida es
alguien que confía en las pequeñas cosas. O que esconde cómo funciona todo el asunto, pero sobre esto habrá que hilar más fino y aclarar las cosas.
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