El libro de hoy no es delgado. Numeradas son 363 páginas, Incurramos en la facecia de que solo se cuentan las páginas impares. Podíamos haber acudido a volúmenes más magros, a Tres fábulas y media y Fábula decimocuarta, que aun con esta se mantiene dentro de los límites razonables. O al jovialmente autobiográfico Otoño en Madrid hacia 1950, que es donde su autor es menos el rey del plomo, que era otro mérito que sumaba a los muchos otros que le reconocía creo recordar que José María Vaz de Soto.
defluit incerto lapidosus rumore rivus
La densidad de la prosa de Benet se atempera en estos artículos periodísticos reunidos y publicados en 1996, tres años tras su muerte (muchos de página impar, la que da al ojo, en los periódicos, de ahí el título). En ellos nos encontramos con asuntos para todos los gustos, especialmente para los suyos propios, se muestra más sutil que atento en ocasiones; en ocasiones también, más despistado que metódico. No falta la nota autobiográfica, así en “Región”, de 1980 en que relata como de su trabajo en León surgió esa región suya por antonomasia, descrita tiempo atrás y de la que acompañamos aquí carta que algo contradice en mi opinión alguna de las informaciones aportadas en su primera novela regionata.
No sé si la tesis que paso a exponer habrá sido ya formulada bajo las aguas, sobre las aguas o en algún desaguadero. Tengo para mí que la coartada frazeriana tan mentada a propósito de la mitología benetiana, el guardián del bosque sagrado, o sacerdote verdugo o verdugo por sacerdote, fue el motor entre retórico y gripado que permitió a Benet enlazar la peripecia a escala de los individuos con la visión histórica a escala secular, la ofensiva de gran estilo con la escaramuza no ajena al coñac de la más ínfima categoría.
En su biografía, J. Benito Fernández recoge y detalla la anécdota de un Benet mareando la perdiz en una discusión sobre un problema aparecido en el hormigonado de una presa. Ante sus colegas y otras partes interesadas, Benet propuso formular el problema “desde un punto de vista teórico más general”. Recurrió para ello (recurrió emic podría decirse, que nos tememos que no etic, según la distinción del profesor americano Pike) a las teorías del profesor soviético Vinográdov, con gran éxito pues al rato se dio por bueno el criterio de nuestro escritor y todos se fueron a celebrar una comida, cuyo segundo plato o sobremesa aprovechó este para confesar la completa ficción a que les había sometido con su Vinográdov y sus asombrosas teorías (el vibrado del hormigón se solucionó con un vacile de las ecuaciones diferenciales).
Naturalmente, el lector recordará a Иван Матвеевич Виноградов (que exista un importante matemático Vinográdov, que pudiera sonar -editorial Mir mediante- a algunos de los oyentes fue el elemento de verosimilitud que el engaño o la maniobra de distracción precisaba).
También recordará el sagaz lector que el teorema de Vinográdov afirma que todo número impar suficientemente grande puede ser expresado como suma de tres primos, lo que pudo demostrar en un año tan estaliniano como el de 1937, impar, compuesto y muy por debajo de la constante de Vinográdov, pero, como mayor que 5 y estamos en 2025, suma de tres primos. Este es ciertamente un asunto de los más impar, como las páginas de todos estos volúmenes aquí concitados.
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