Encuentro dos folios escritos a mano por una sola cara en una vieja carpeta olvidada durante muchos años. El L.T.C. al final del segundo folio me deja claro quién fue el autor de las líneas que transcribo a continuación.
Luis Tomás Cabezón compartió vivienda conmigo y con otros
individuos a finales de los 1980s. Se había propuesto licenciarse en Filosofía
y recuerdo que leía y escribía bastante., aunque luego la vida le llevó por
oros caminos.
Supongo que Cabezón quería que yo leyese los papeles y en algún
momento me los pasó. No recuerdo haberlos recibido ni recuerdo haberlos leído Bien,
lo hago ahora, solo 36 o 37 años después, y los transcribo aquí para otros lectores
pues no carecen de mérito. Unas palabras del texto me hacen pensar que el texto
no es anterior a mayo de 1988. Me refiero a lo que podría entenderse como una
alusión al fallecimiento de Chet Baker. Que esa supuesta alusión vaya seguida
de una mención en francés de Deleuze (de La Logique du Sens) nos parece una coincidencia realmente aérea y una muestra de la escasa parsimonia intelectual de mi amigo. No creo,
a juzgar por el hecho de que los papeles se hallen en mi posesión, que el
escrito sea mucho más tardío. Sin embargo, es posible adivinar una alusión a la
película Amanece que no es poco, unas palabras que nada costará descubrir al improbabilísimo
lector y que convierten tal alusión en verosímil.
.ארור הדוד קרמפ שנתן את דמו למען בריאותי לכל הדורות
Al comienzo de los dos folios, nos encontramos con el
siguiente encabezamiento críptico, ma non assai:
V. Peña, Sp Ét pro pág. 7 Segunda mitad,
No me ha sido difícil concluir que Cabezón está hablando de la traducción
que Vidal Peña hizo de la Ética de Spinoza y que se refiere a la introducción. El
número de página hace pensar en la edición de Alianza de 1987, pues todo adquiere
así sentido a la vista del pasaje que transcribo más abajo, aunque es cierto que no he
manejado el volumen publicado por Editora Nacional en 1975 del que aquel es reedición. Los folios de Cabezón serían pues
un comentario, más o menos excéntrico, a lo que dice Peña.
El lector verá también que Cabezón cita la Ética en latín, por lo que hubo de manejar alguna otra edición que incluyera el texto original. Urgimos al lector y a su tenue improbabilidad a que lea la nota al pie de Peña en la página 254 de la edición de Alianza, página donde aparece en español la frase inserta por Cabezón en latín, pues no sería caprichoso relacionarla con lo dicho en el fragmento que, creemos, inspiró a nuestro amigo. En cualquier caso, es obligado declarar que, más allá de estos descubrimientos de filología recreativa con que entretenemos nuestro veraneo, Vidal Peña es un autor cuya lucidez, precisión y rigor filosófico se muestran en cualquier formato, como sucede en este caso de lo que algún inadvertido podría pensar que se trata de una introducción más o menos convencional. Vayan un texto, comenzamos donde nos parece que debemos hacerlo, y otro, que transcribimos entero. Es posible que mi lectura y transcripción hayan incurrido en más errores inaceptables, pero es agosto.
El texto de Peña
… ese hombre es, aparecer, el mismo, pero la reconstrucción
de su identidad habría de integrar cosas dispares: la imperturbabilidad
estoica, el resentimiento, el culto a la verdad, el sadismo. Quizá, en su caso,
fuera de aplicación el célebre dicho: el filósofo construye un palacio de ideas
y vive en una choza; sin pretender tanto, y aun rehuyendo un ilusorio psicoanálisis
ha de reconocerse que su identidad es borrosa.
Siempre podría decirse que perseguir esa identidad es tarea
llamada al fracaso, trátese de la vida de Espinosa o de cualquier otra: se dirá
que es u obra, y no sus claroscuros biográficos (el palacio de ideas, no la
choza), el lugar de su objetividad, Al menos al adoptar esta posición de principio
puede contarse con la aprobación de los contemporáneos, que siempre verán con
un suspiro de satisfacción metodológica la disolución del individuo en las
clases de que consta, o del autor en sus textos. Por desgracia, esa objetividad
de la obra de Espinosa es también multiforme, aunque los textos sean para todos
los que pretenden captarla; pese a su clara vocación de inequívocas, de sus
palabras se han inferido muchas cosas: ateísmo sistemático, fervoroso
panteísmo, racionalismo absoluto, misticismo, materialismo, idealismo, han
compuesto y componen las figuras de su proteica inmortalidad.
Los folios de Cabezón
V. Peña, Sp Ét pro pág. Xx Segunda mitad,
Un sistema, sobre todo un sistema axiomático, es un intento
de acabar con la historia y de reducir una disciplina a su presentación
sistemática, como si no existieran otras cosas y otros conocimientos. Como si
la gramática compendiada explicitará todos su algoritmos, que igual no los hay
[sic].
Pero todo sistema es autoinsuficiente [sic] y, por eso, el
texto precisa de más cosas para su interpretación, qué decir de B.S. nada menos.
Ahora bien, ya dice el autor que hay casi un B.S. para cada digamos escuela de
pensamiento, con lo cual nos entra la duda precisamente acerca de los límites
de cada disciplina, de la parcela o del espectro que le compete, de su intrincada
topografía y su no menos laberíntica topología. Quizá siempre se pueda salir de
ella, como por una ventana inesperada, a toque de trompeta (…musica bona est melancholico,
mala lugenti; surdo autem neque bona neque mala…), pero lo cierto es que tal
vez toda interpretación está sujeta a un curioso azar (non plus destin sans
nécessité, mais causalité sans destin).
L.T.C.
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