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viernes, agosto 01, 2025

Lecturas veraniegas 2025 III (de papeles viejos)

Encuentro dos folios escritos a mano por una sola cara en una vieja carpeta olvidada durante muchos años. El L.T.C. al final del segundo folio me deja claro quién fue el autor de las líneas que transcribo a continuación.

Luis Tomás Cabezón compartió vivienda conmigo y con otros individuos a finales de los 1980s. Se había propuesto licenciarse en Filosofía y recuerdo que leía y escribía bastante., aunque luego la vida le llevó por oros caminos.

Supongo que Cabezón quería que yo leyese los papeles y en algún momento me los pasó. No recuerdo haberlos recibido ni recuerdo haberlos leído Bien, lo hago ahora, solo 36 o 37 años después, y los transcribo aquí para otros lectores pues no carecen de mérito. Unas palabras del texto me hacen pensar que el texto no es anterior a mayo de 1988. Me refiero a lo que podría entenderse como una alusión al fallecimiento de Chet Baker. Que esa supuesta alusión vaya seguida de una mención en francés de Deleuze (de La Logique du Sens) nos parece una coincidencia realmente aérea y una muestra de la escasa parsimonia intelectual de mi amigo. No creo, a juzgar por el hecho de que los papeles se hallen en mi posesión, que el escrito sea mucho más tardío. Sin embargo, es posible adivinar una alusión a la película Amanece que no es poco, unas palabras que nada costará descubrir al improbabilísimo lector y que convierten tal alusión en verosímil.


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Al comienzo de los dos folios, nos encontramos con el siguiente encabezamiento críptico, ma non assai:

V. Peña, Sp Ét pro pág. 7 Segunda mitad,

No me ha sido difícil concluir que Cabezón está hablando de la traducción que Vidal Peña hizo de la Ética de Spinoza y que se refiere a la introducción. El número de página hace pensar en la edición de Alianza de 1987, pues todo adquiere así sentido a la vista del pasaje que transcribo más abajo, aunque es cierto que no he manejado el volumen publicado por Editora Nacional en 1975 del que aquel es reedición. Los folios de Cabezón serían pues un comentario, más o menos excéntrico, a lo que dice Peña.

El lector verá también que Cabezón cita la Ética en latín, por lo que hubo de manejar alguna otra edición que incluyera el texto original. Urgimos al lector y a su tenue improbabilidad a que lea la nota al pie de Peña en la página 254 de la edición de Alianza, página donde aparece en español la frase inserta por Cabezón en latín, pues no sería caprichoso relacionarla con lo dicho en el fragmento que, creemos, inspiró a nuestro amigo. En cualquier caso, es obligado declarar que, más allá de estos descubrimientos de filología recreativa con que entretenemos nuestro veraneo, Vidal Peña es un autor cuya lucidez, precisión y rigor filosófico se muestran en cualquier formato, como sucede en este caso de lo que algún inadvertido podría pensar que se trata de una introducción más o menos  convencional. Vayan un texto, comenzamos donde nos parece que debemos hacerlo, y otro, que transcribimos entero. Es posible que mi lectura y transcripción hayan incurrido en más errores inaceptables, pero es agosto.

 

El texto de Peña

… ese hombre es, aparecer, el mismo, pero la reconstrucción de su identidad habría de integrar cosas dispares: la imperturbabilidad estoica, el resentimiento, el culto a la verdad, el sadismo. Quizá, en su caso, fuera de aplicación el célebre dicho: el filósofo construye un palacio de ideas y vive en una choza; sin pretender tanto, y aun rehuyendo un ilusorio psicoanálisis ha de reconocerse que su identidad es borrosa.

Siempre podría decirse que perseguir esa identidad es tarea llamada al fracaso, trátese de la vida de Espinosa o de cualquier otra: se dirá que es u obra, y no sus claroscuros biográficos (el palacio de ideas, no la choza), el lugar de su objetividad, Al menos al adoptar esta posición de principio puede contarse con la aprobación de los contemporáneos, que siempre verán con un suspiro de satisfacción metodológica la disolución del individuo en las clases de que consta, o del autor en sus textos. Por desgracia, esa objetividad de la obra de Espinosa es también multiforme, aunque los textos sean para todos los que pretenden captarla; pese a su clara vocación de inequívocas, de sus palabras se han inferido muchas cosas: ateísmo sistemático, fervoroso panteísmo, racionalismo absoluto, misticismo, materialismo, idealismo, han compuesto y componen las figuras de su proteica inmortalidad.

Los folios de Cabezón

V. Peña, Sp Ét pro pág. Xx Segunda mitad,

Un sistema, sobre todo un sistema axiomático, es un intento de acabar con la historia y de reducir una disciplina a su presentación sistemática, como si no existieran otras cosas y otros conocimientos. Como si la gramática compendiada explicitará todos su algoritmos, que igual no los hay [sic].

Pero todo sistema es autoinsuficiente [sic] y, por eso, el texto precisa de más cosas para su interpretación, qué decir de B.S. nada menos. Ahora bien, ya dice el autor que hay casi un B.S. para cada digamos escuela de pensamiento, con lo cual nos entra la duda precisamente acerca de los límites de cada disciplina, de la parcela o del espectro que le compete, de su intrincada topografía y su no menos laberíntica topología. Quizá siempre se pueda salir de ella, como por una ventana inesperada, a toque de trompeta (…musica bona est melancholico, mala lugenti; surdo autem neque bona neque mala…), pero lo cierto es que tal vez toda interpretación está sujeta a un curioso azar (non plus destin sans nécessité, mais causalité sans destin).

Por eso yo no tengo ninguna, no pienso, seré una máquina a la que el alma le resulta insustancial, porque me propongo ser necesario y no contingente.

También cabe que la torre de vigilancia desde la que escudriñamos el territorio sea solo un pozo húmedo con una cuarta de agua sucia en el fondo que no augura nada bueno a nuestros pies ni a nuestra cabeza.

 

L.T.C.

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