Los gatos están tranquilos o quizá perezosos. Los gatos y sus correlatos en madera o pintados esperan la conclusión de la tarde, que traerá lluvia y la rara abulia de la última hora. Después de la lluvia será el tiempo de las expediciones y los caminos secretos que comunican patios traseros y la misteriosa frontera entre el poblado y el bosque, que nunca detiene al zorro y no siempre al jabalí, que transmite el ladrido del corzo o el cencerro equívoco de la vaca o del solípedo.
También están las yeguas hermosas, como la que hemos visto desde la carretera, la cabeza de su potrillo, detrás de ella, la convertía por un momento en una suerte de, digamos, machorra que distrae al conductor un segundo. El conductor frena al llegar y sorprende a un gato que recorre los territorios que conoce y que gusta de calentarse bajo los vehículos. Se calienta peligrosamente, incluso en este verano en que los gatos miran al cielo.
Tomado de Juan González Moreno, Meditaciones casi metafísicas, Logroño, Libros Peleones, 2009.
También están las yeguas hermosas, como la que hemos visto desde la carretera, la cabeza de su potrillo, detrás de ella, la convertía por un momento en una suerte de, digamos, machorra que distrae al conductor un segundo. El conductor frena al llegar y sorprende a un gato que recorre los territorios que conoce y que gusta de calentarse bajo los vehículos. Se calienta peligrosamente, incluso en este verano en que los gatos miran al cielo.
Tomado de Juan González Moreno, Meditaciones casi metafísicas, Logroño, Libros Peleones, 2009.
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