Tenemos ese tipo de autobiografía en que el narrador narrado se muestra firme como una roca y explica su historia sobre el paisaje de las debilidades y las faltas de sus prójimos. En el mejor de los casos, las propias son sólo y nada menos que graciosas ocurrencias o acertados hábitos que engrandecen al personaje.
Otros autobiógrafos nos parecerán más ecuánimes pues no poblarán el mundo de las torpezas de todos sus habitantes menos de uno. Sin embargo, puede haber más sinceridad en las autobiografías del primer tipo, una franqueza que no sólo ahorre hipocresías convencionales, sino que igualmente muestra y pone en práctica lo que es el género autobiográfico: una reconciliación con nosotros mismos como si existieran motivos para ello, es decir, una epifanía del olvido, una apología con fuegos artificiales suspendidos y la orquesta a salvo de la lluvia.
Joan Saladrigas, Apuntes previos para una autobiografía con picatostes, Barcelona, Tomahawk, 1987.
Otros autobiógrafos nos parecerán más ecuánimes pues no poblarán el mundo de las torpezas de todos sus habitantes menos de uno. Sin embargo, puede haber más sinceridad en las autobiografías del primer tipo, una franqueza que no sólo ahorre hipocresías convencionales, sino que igualmente muestra y pone en práctica lo que es el género autobiográfico: una reconciliación con nosotros mismos como si existieran motivos para ello, es decir, una epifanía del olvido, una apología con fuegos artificiales suspendidos y la orquesta a salvo de la lluvia.
Joan Saladrigas, Apuntes previos para una autobiografía con picatostes, Barcelona, Tomahawk, 1987.
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