Con el esfuerzo que se distribuye en una periodicidad que amaga con autodisolverse, mi amigo J paga la cuota del gimnasio. J duda acerca de su contrato con el gimnasio y acerca de qué fórmula es la más favorable para él y sus absentismos. Es consciente, además de que es una máquina que calienta el gimnasio con su trabajo ineficaz y por otro lado absurdo, lo que -al menos en invierno- añade cierta dosis homeopática de injusticia a las mensualidades.
Con otra periodicidad que también se va disolviendo, de vez en cuando –fórmula que nos dice que ya se ha difuminado el período- va a cenar con sus compañeros de gimnasio.
En el gimnasio, el tiempo y los años avanzan y a veces retroceden, pero en las cenas uno siempre retrocede. A sus años, recuperarse de una resaca es para J cuestión de una semana laboral con su viernes incluído.
J no sé si es del todo buena persona. Ahora se ha especializado en simular que bebe los gintonics que vierte con hábil descuido en las macetas; deja las resacas para los otros. Pagan todos a escote, pero tal vez, en su caso, debiera negociar alguna compensación con los taberneros.
Con otra periodicidad que también se va disolviendo, de vez en cuando –fórmula que nos dice que ya se ha difuminado el período- va a cenar con sus compañeros de gimnasio.
En el gimnasio, el tiempo y los años avanzan y a veces retroceden, pero en las cenas uno siempre retrocede. A sus años, recuperarse de una resaca es para J cuestión de una semana laboral con su viernes incluído.
J no sé si es del todo buena persona. Ahora se ha especializado en simular que bebe los gintonics que vierte con hábil descuido en las macetas; deja las resacas para los otros. Pagan todos a escote, pero tal vez, en su caso, debiera negociar alguna compensación con los taberneros.
Tomado de Ferrán Pérez Corazón, Manual de autoayuda a dos manos, Valencia, Ediciones Agropecuarias, 2007.
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