Alguien, por creerse pesado, por hacer ley de aquella ocasión en que le llamaron pesado, se convierte en una persona que rehúye hablar, que pasa al extremo opuesto de este eje conductual: el que jalona la coincidencia de las propias intervenciones verbales con los intereses de los circunstantes, definidos, claro está localmente y en dirección nornoroeste.
Este eje, que anhela y propone la mediocridad dorada de su baricentro, es un artefacto que oscila y se desbarata cuando los demás evitan dirigirle la palabra al personaje taciturno, dirán algunos ,que apenas habla, que casi ni contesta y que nunca dice nada que nos interese a todos, o a los que estamos por allí.
Tomado de Alicia Milicia, Espejo de los ceros en conducta, Sevilla, Libros XX, 2004.
Este eje, que anhela y propone la mediocridad dorada de su baricentro, es un artefacto que oscila y se desbarata cuando los demás evitan dirigirle la palabra al personaje taciturno, dirán algunos ,que apenas habla, que casi ni contesta y que nunca dice nada que nos interese a todos, o a los que estamos por allí.
Tomado de Alicia Milicia, Espejo de los ceros en conducta, Sevilla, Libros XX, 2004.
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