No son disciplinas de la compresión. No reducen. Del azar máximo –o no tanto– pasamos a los vínculos que forman partes mayores o relacionan unas partes con otras. Los vínculos a su vez se van vinculando entre sí. Y puede decirse que nos acordamos bien de todo eso, pero mal de las cifras de aspecto más aleatorio de un número de teléfono, quizá sólo cuatro de nueve (1). Pero el relato que hemos formado con vínculo a vínculo para dar cuenta de la sentencia aleatoria ocupa sin duda más bits.
Hay individuos que se levantan algunos días y descubren en los premios de la lotería una historia secreta pero razonada. En las tardes de esos mismos días, las historias de los hombres les parecen completamente indistinguible del azar salvo por un añadido no tan homeopático de absurdo o de ironía cruel.
Hay individuos que se levantan algunos días y descubren en los premios de la lotería una historia secreta pero razonada. En las tardes de esos mismos días, las historias de los hombres les parecen completamente indistinguible del azar salvo por un añadido no tan homeopático de absurdo o de ironía cruel.
Probablemente, lo que hacemos es reducir la complejidad relativa o condicional con respecto a todo nuestro conocimiento previo (1). Plantéeselo el lector con entropías de Shannon si le resulta más intuitivo. Aunque…
(1) Teléfono de tal provincia, de tal comarca... pero se reduce la complejidad porque conocemos algo del sistema.
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