Vistas de página en total

viernes, junio 16, 2006

Saber y ganar

Añoramos la época de los grandes concursantes, aquéllos que contestaban correctamente preguntas para las que nadie, ni ellos, tenían respuesta: como un rayo, por su cerebro volvía a pasar la página apenas entrevista veinticinco años atrás. No me preguntes por qué, ni de dónde vengo, ni a qué piscina iba en mi atribulada juventud. Bien podría excusarse el concursante. con la fórmula recibida: "mi cerebro y yo somos así, señora".
Sabían lo que no sabían o no sabían lo que sabían, que de ambas formas puede y debe decirse. Pequeños milagros de la polimatía televisiva, que no excluía una arquitectura intelectual más robusta. Pero detengámonos en la polimatía, en ese Woodstock de la memoria donde en una inmensa pradera, donde en un valle de Josafat, todo está en su sitio porque cada cosa es su sitio.
La polimatía puede sospecharse plana, pero una apología no le vendría mal; la polimatía es también una cura de humildad para el filósofo, porque no se las tiene que ver con un calculador ultrarrápido sino con alguien que, por azar tal vez, nos descubre las cañerías secretas de los famosos edificios. Esto desayunaba Hegel o aquel número de zapato era el del Dr. Johnson. Y por cierto, la polimatía es la lexicografía del universo, que decía Stavros Kietos. ¿O era Thomas Browne? Sería incapaz de contestar a esta pregunta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin duda, parece la polimatía privilegio de aquellos que pasan por la vida sin detenerse. O acaso detenidos todo el tiempo. Pero de cualquier forma, jamás entregados a la transformación.

En la pradera polimática pastan ovejas de las que jamás se ansía la lana, ni la leche. A no ser que venga la oveja por sí misma dócilmente para ser ordeñada. En ese caso el polimático observador ordeña.

Polimático detenido por saber demasiado.

Oveja ordeñada por concursante reo de la justicia.

¿Por qué me haces esto, Pedro?