El manifiesto promocionado por la UCE da ejemplo de la inteligencia doble de valer para cualquier resultado del referéndum catalán y de remitir la unidad a una materia más honda que la puñetera ley y los puñeteros reglamentos: “sigui quin sigui el resultat del Referéndum, el més important és que la unitat entre els catalans i amb la resta del ciutadans espanyols en surti encara més enfurtida.” No entre catalanes y el resto de (éste es, oh, dilecto lector, el más chungo de los cuantificadores) (los) españoles, sino también entre los catalanes; no que no se debilite, sino que aun se fortalezca más.
Los manifiestos suscribibles por todos y que luego tantos no suscriben prueban la naturaleza de la acción humana y el modo en que se articulan los intereses de unos y otros grupos. Como es el caso que no todos firman un manifiesto redactado con el cuidado o con la astucia suficientes como para recoger afirmaciones de las que difícilmente alguien puede desmarcarse, corremos el riesgo de acabar con un ataque de melancolía y sus inundaciones.
Notemos de paso que el manifiesto, que su título (“¡Ante todo, unidad!”) nos lanza a la cara un berroqueño teorema ontológico: algo tendrá el ente cuando su unidad permanece. Si lo que parece la esencia cambia, pero la unidad permanece, material, sustancial, sin dispersión de los componentes, es que hemos dado con algo más que sólido, cuyo tiempo comienza a ser geológico, que es capaz de resistir porque no se debe a ninguna homilía sobre la esencia. Así estamos, que para leer cosas sensatas, hay que leer los manifiestos de la UCE.
Los manifiestos suscribibles por todos y que luego tantos no suscriben prueban la naturaleza de la acción humana y el modo en que se articulan los intereses de unos y otros grupos. Como es el caso que no todos firman un manifiesto redactado con el cuidado o con la astucia suficientes como para recoger afirmaciones de las que difícilmente alguien puede desmarcarse, corremos el riesgo de acabar con un ataque de melancolía y sus inundaciones.
Notemos de paso que el manifiesto, que su título (“¡Ante todo, unidad!”) nos lanza a la cara un berroqueño teorema ontológico: algo tendrá el ente cuando su unidad permanece. Si lo que parece la esencia cambia, pero la unidad permanece, material, sustancial, sin dispersión de los componentes, es que hemos dado con algo más que sólido, cuyo tiempo comienza a ser geológico, que es capaz de resistir porque no se debe a ninguna homilía sobre la esencia. Así estamos, que para leer cosas sensatas, hay que leer los manifiestos de la UCE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario