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lunes, junio 12, 2006

Monegros

Alguna chova ha de bajar de los Pirineos presume el hombre que acaba de pagar el combustible. Recoge con cuidado todos los papeles. En uno ha apuntado el dinero y la fecha. Algunos motores bajan con los años. O se hacen caprichosos.
El hombre quiere repetir, pero ahora dispara con mayor alegría: las aves, dice, las aves,… es fácil verlas desde el coche, pero no conviene distraerse. El ornitólogo prosigue y le dejamos, literatos inconstantes.
Pero los pájaros no quieren dibujarse contra el cielo; buscarán el pardo de las lomas. O la vertical de los automóviles, tal vez. Miramos al norte, pero ninguna chova asoma su pico colorido. ¿Qué coche llevaría el ornitólogo incesante? Teorías. ¿Lo conocemos? ¿Lleva nuestro mismo destino? Las hipótesis obran con un vigor recalentado por la tarde de junio. El caso es que no me era desconocido puede alguno de nosotros dejar caer, para que todos nosotros comencemos a pensar en un jabalí polka dot bikini. O en Brian Hyland en el paso de la paloma. La nacional dos aparece para invitarnos a una caravana de camiones y la chova sin aparecer. O no la hemos visto. O de pronto una patrulla águila de chovas en formación. Naturalmente, no. El Ebro es una línea delgada que las chovas ignoran. Nadie dice, por ejemplo, “olvidamos tal cosa. Hay que volver”. Así que no volvemos. Nuestra esperanza se evapora. Hubimos la chova diestra.

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