Nulli est homini perpetuum bonum
Estas palabras, que deben de ser de Plauto, se las encontró el otro día a modo de lema al comienzo de un libro de autoayuda: ayúdate a ti mismo, que es griego délfico. Como si no nos conociéramos. En fin, que el libro empezaba con disculpas porque tal frase no podía ser en un lugar como ése otra cosa que una excusa.
Mal empezaba, teodicealmente hablando. Y es que si tenemos a Leibniz, ¿para qué queremos psicología basura? Con ser de los posibles el mejor, es bastante malo lo que le espera al hombre en este mundo y parte del extranjero. Así que vamos plegando velas y remojando barbas, como si nos fuera a doler menos.
Por otro lado, el adjetivo perpetuo, aparte de a “bien”, suele acompañar a otra palabra, la palabra “paz”: así tenemos la paz perpetua, que ya recordaba Kant y también abría su libro, que no de autoayuda (“ayúdate como si tu ayuda fuera la cruz roja universal”) con la noticia de que esas dos palabras rotulaban un grabado en que se representaba un cementerio, hac sunt in fossa ossa, que viene a ser lo mismo que lo del principio. Hasta que llega la excavadora y esos labios que besaba yo tanto, como se besa a un bufón, son ahora un espanto. Y tras todo esto el librito de autoayuda, todo él, no fue sino recuerdo de la muerte.
Estas palabras, que deben de ser de Plauto, se las encontró el otro día a modo de lema al comienzo de un libro de autoayuda: ayúdate a ti mismo, que es griego délfico. Como si no nos conociéramos. En fin, que el libro empezaba con disculpas porque tal frase no podía ser en un lugar como ése otra cosa que una excusa.
Mal empezaba, teodicealmente hablando. Y es que si tenemos a Leibniz, ¿para qué queremos psicología basura? Con ser de los posibles el mejor, es bastante malo lo que le espera al hombre en este mundo y parte del extranjero. Así que vamos plegando velas y remojando barbas, como si nos fuera a doler menos.
Por otro lado, el adjetivo perpetuo, aparte de a “bien”, suele acompañar a otra palabra, la palabra “paz”: así tenemos la paz perpetua, que ya recordaba Kant y también abría su libro, que no de autoayuda (“ayúdate como si tu ayuda fuera la cruz roja universal”) con la noticia de que esas dos palabras rotulaban un grabado en que se representaba un cementerio, hac sunt in fossa ossa, que viene a ser lo mismo que lo del principio. Hasta que llega la excavadora y esos labios que besaba yo tanto, como se besa a un bufón, son ahora un espanto. Y tras todo esto el librito de autoayuda, todo él, no fue sino recuerdo de la muerte.
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