Su estimable contribución a la exhibición de la carga, la tan onerosa o cargante carga humanitaria del hombre blanco, es un bien que se contabilizaría en los presupuestos públicos y en las caridades de personas privadas.
Excelente el comportamiento de la necesidad en el mercado: es el único bien siempre pagado a su precio de equilibrio porque sólo es el suelto que le dedicamos o el suelto, aunque tal vez ingente, de los presupuestos. O bien, el diagnóstico exacto de las causas de la necesidad y su remediación llevarían inexorablemente a la desaparición de tal bien del mercado. No sabemos si eso subiría su precio o, si acaso, su curva de demanda será peculiar, aunque no hay miedo. Sobre todo, y si se diera el caso, no podríamos darnos el gusto de presumir de la carga del hombre blanco, que si nos la tomamos en serio lleva a su propia desaparición por lo antes dicho. Nos compran el más bien ridículo orgullo de esa carga y las correspondientes archidosis de paternalismo, con la falsa compasión, valga la redundancia, que nos procura la constatación de una asimetría: "¡Tienen peces y saben pescar, estamos perdidos!"
1 comentario:
Se nos sale, el maestro. Se nos extiende. Ayer se nos extendió sin parar.
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