El mago realiza sus manipulaciones, pero nos recita otra historia. Entre sus palabras y sus gestos engañosos creemos que las operaciones que ejecuta son las que nos cuenta, pero su oficio se establece justamente sobre esa diferencia dada en tiempo presente. El relato verdadero nos pondría delante de unas operaciones triviales o, todo lo más, hábiles y ágiles. El relato que sale de su boca desemboca en una infracción de las leyes naturales, incluida las persistentes leyes de la probabilidad. Esto es, ya lo sabemos, lo que hacen prestidigitadores y también personajes más insospechados y más sospechosos.
En otros dominios, no queda claro de dos relatos cuál es el bueno. Ya no estamos en el teatro de variedades, sino en el foro. ¿Se compran y se venden mercancías según ciertos compromisos de precio o temporales o se presta dinero? Adviértase que en lo que se refiere a operaciones fisicalísticamente relatadas, los movimientos de los cuerpos son los mismos. Un incauto naturalmente ambicioso ha firmado un papel con inscripciones que no cambian físicamente. Pero a la pregunta de qué es lo que ha hecho, no podemos contestar haciendo referencia a sus dedos índice, medio y pulgar de la mano derecha. Sobre ese punto, todo está claro. O, mejor, todos estarán de acuerdo. Lo que sucede entonces, es que en casos como éste hay dos historias alternativas con compromisos diferentes para las partes. Una será la buena, pero en ambos casos las leyes naturales parecen en su sitio. El encanto que nos produce el prestidigitador se transforma en el enojo que nos causa el jurista con sus argumentaciones.
En las semanas o meses de las comuniones (primeras), las operaciones se realizan a favor de una parte que, como es sabido, fía largo. Algunos niños, comprobamos, llaman a la consagración, bendición. El tercer relato es el de las mutas familiares, decibelios en el templo. Hay tanto de que hablar, y tan inane, que su relato no será otro que el de una excusa. Por lo demás, se descubre que modernamente la catequesis incluye contenidos coreográficos. Pero la asamblea sigue siendo la plaza con sus corrillos, plurales, homogéneos, incomunicados. El relato se ha evaporado hace dos lecturas.
En otros dominios, no queda claro de dos relatos cuál es el bueno. Ya no estamos en el teatro de variedades, sino en el foro. ¿Se compran y se venden mercancías según ciertos compromisos de precio o temporales o se presta dinero? Adviértase que en lo que se refiere a operaciones fisicalísticamente relatadas, los movimientos de los cuerpos son los mismos. Un incauto naturalmente ambicioso ha firmado un papel con inscripciones que no cambian físicamente. Pero a la pregunta de qué es lo que ha hecho, no podemos contestar haciendo referencia a sus dedos índice, medio y pulgar de la mano derecha. Sobre ese punto, todo está claro. O, mejor, todos estarán de acuerdo. Lo que sucede entonces, es que en casos como éste hay dos historias alternativas con compromisos diferentes para las partes. Una será la buena, pero en ambos casos las leyes naturales parecen en su sitio. El encanto que nos produce el prestidigitador se transforma en el enojo que nos causa el jurista con sus argumentaciones.
En las semanas o meses de las comuniones (primeras), las operaciones se realizan a favor de una parte que, como es sabido, fía largo. Algunos niños, comprobamos, llaman a la consagración, bendición. El tercer relato es el de las mutas familiares, decibelios en el templo. Hay tanto de que hablar, y tan inane, que su relato no será otro que el de una excusa. Por lo demás, se descubre que modernamente la catequesis incluye contenidos coreográficos. Pero la asamblea sigue siendo la plaza con sus corrillos, plurales, homogéneos, incomunicados. El relato se ha evaporado hace dos lecturas.
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