La noticia del día, en y de la BBC, faltaría más. El candidato al puesto de trabajo, inmigrante francófono en Gran Bretaña, que se ve de pronto en el telediario en directo con su inatacable subtítulo de técnico o sabio en el tema disputado. Contestaciones que la transcripción, se sospecha, eleva a la altura del guión. El telediario, en fin, imita al arte.
La historia es de la grandes por su capacidad para conectarse con otras y con su propensión al paso al límite. Consignemos dos aristas del poliedro al que nos referimos.
En primer lugar, observemos que el arte es resultado de una concurrencia de desajustes, apresuramientos y veniales incompetencias. Los estudios de televisión como escenario comprobado del vodevil y de La vida es sueño.
En segundo lugar, el paso al límite. Por ejemplo, con todos nosotros se confundieron, o la conspiración que es el universo se confundió. Somos irremediablemente otro, como la lucidez de la zozobra tiene a bien recordarnos gentilmente de cuando en cuando. O el teorema que confirma que los expertos son mortales sin mayor diferencia específica que resaltar. O el niño ante los doctores. O Juan Nadie. O el licenciado Vidriera que somos todos antes del desayuno o creemos serlo en la fila del paro. La fragilidad de todas las condiciones, lo califragilístico de los saberes que nos rodean, las enciclopedias que, como el emperador, se pasean desnudas.
La historia es de la grandes por su capacidad para conectarse con otras y con su propensión al paso al límite. Consignemos dos aristas del poliedro al que nos referimos.
En primer lugar, observemos que el arte es resultado de una concurrencia de desajustes, apresuramientos y veniales incompetencias. Los estudios de televisión como escenario comprobado del vodevil y de La vida es sueño.
En segundo lugar, el paso al límite. Por ejemplo, con todos nosotros se confundieron, o la conspiración que es el universo se confundió. Somos irremediablemente otro, como la lucidez de la zozobra tiene a bien recordarnos gentilmente de cuando en cuando. O el teorema que confirma que los expertos son mortales sin mayor diferencia específica que resaltar. O el niño ante los doctores. O Juan Nadie. O el licenciado Vidriera que somos todos antes del desayuno o creemos serlo en la fila del paro. La fragilidad de todas las condiciones, lo califragilístico de los saberes que nos rodean, las enciclopedias que, como el emperador, se pasean desnudas.
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