La artillería acabó con las murallas -con su necesidad o con su conveniencia indiscutida- e inauguró los bulevares. La ciudad laberinto era ya una invitación a la ciudad defendida en sus ruinas, en sus magnos escombros de polvo, ratas y cadáveres. Y es que lo que sucedió fue un desplazamiento de las defensas. Y otra definición de los invasores.
Su promoción o patrocinio, el de las murallas, opera a las escalas que, con insistencia, se ponen de relieve en los foros públicos, el oceano, el río o la urbanización. La única duda sería la de si estas murallas han nacido después de su propia artillería. Contando, claro, con que la analogía funcione y que la muralla auténtica representara un poder político unitario, cosa que habría que comprobar caso a caso.
La muralla después del cine siempre ha sido la construcción de la sospecha, un signo para ser leído y probable pasto de la trompetería. Pero si el espacio se complica y se pluraliza, como se hacen plurales y heterogéneas las murallas, es posible que lo que tengamos sea un bucle en cuya relimentación no intervengan, como esperaríamos, los invasores. Éstos serían los simples comensales de un círculo que se dilatase a costa de la segmentación: los espacios crean murallas y las murallas crean espacios. El gradiente de rentas sería sólo uno de los campos a considerar. Considérense las supuestas declaraciones balcánicas sobre la policía española.
NOTA: El razonamiento sólo funciona si el espacio del que se parte va más allá de los límites nacionales; pero si esto se cumple, entonces sí que funciona.
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