Quien pierde o va perdiendo su capacidad para el reconocimiento de rostros asiste a la erección de teorías y paranoias. La formación académica le pierde: "una combinatoria finita donde hay una probabilidad no despreciable de repeticiones; nuestro entendimiento clasifica, reconoce universales," todo eso, nada menos, y eso le pierde o le va perdiendo.
Ahora bien, teoría y paranoia obran a favor de los viejos prestigios intelectuales de Occidente. Facultades superfetatorias que nos hacen creer que vienen a suplir lo disminuido, cuando en realidad agravan el mal.
Pero, en general, lo que falla es el encapsulamiento del reconocimiento y de la misma clasificación. Se conecta esta clasificación con otras con las que no debe hacerlo. Las conexiones misteriosas, otro y aun mayor prestigio de Occidente. Obran a favor de la poesía, de las máquinas poéticas, de los cadáveres exquisitos, a veces difíciles de reconocer. Depende del escorzo. Es lo que pasa con el tendido supino desde los tiempos del homo erectus. Y con el rigor mortis o con la consistencia cerúlea.
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