El mapa identificado al territorio, pero desplazado por ejemplo un metro, según el sensorio de Dios, se entiende.
Pero los territorios no los vemos enteros a no ser desde un satelite, y entonces la distancia borra casi todo (como borra muchas cosas todo mapa real y efectivo). ¿Por qué identificamos un mapa a un territorio si nadie lo puede sostener entre sus manos, si sus manos no son el sensorio mismo antes mencionado y, en general, abundantemente desacreditado?
La imitación requiere espectador: esto es, debe ser visible o aprehensible. Nos referimos a operaciones que deben eliminar particiones del todo soportadas por la materia del objeto a representar: Una imitación no puede aludir a todas las partes del objeto a representar. Que la representación se quiera más aprehensible es algo que se comprende. Los periódicos sabanoides son una conocida ocasión de enojo en tierras de cierzo. Y nadie levanta un mapa de una minucia.
Por otro lado, es cierto que el mapa es una metonimia, no una sinécdoque.Que el mapa sea parte del territorio es casi un chiste, a veces de algún interés, pero en los mapas tampoco aparecen los periódicos, ni los digitales.
Por eso, nada más alejado de la idea de imitación en el sentido habitual que la relación entre una idea y sus "ejemplares". Muy simplemente: las monedas no imitan al cuño, una moneda falsifica a otra moneda o un cuño a otro. Una pintura de la moneda la imita. Un ruido metálico sobre una mesa también, y muchas otras cosas. Trivialidades escolares éstas, pero que dejan muy poco lugar para las teorías no miméticas del arte. O la obra de arte es una isla o surge de un proceso que algo tiene que ver con el de la cartografía. Y si es una isla, entonces el teórico o el artista hablarán de mapas de Royce, desplazables a voluntad por el sensorio del galerista.
(Para una teoría de la imitación. Segundo apunte)
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