La publicidad que informa nos coloca en una situación muy mala a los ignorantes:
En los años 1970, en Nueva York Cartier
Encuentra la inspiración para su célebre pulsera.
Atornillada en la muñeca por el ser querido,
Es el símbolo mítico del amor absoluto.
Encuentra la inspiración para su célebre pulsera.
Atornillada en la muñeca por el ser querido,
Es el símbolo mítico del amor absoluto.
Pero entonces, mediante este enunciado se nos recuerda algo que es universal o mítico, pero que algunos de nosotros, miserables, veníamos ignorando desde nuestra pueblerina arcadia de abajo, ajenos quizá a todo lo que no sean rotundidades, que no matices, anatómico-mecánicas.
Así pues, por referirnos a la mecánica preposicional, hemos de suponer que la pulsera en cuestión se atornillará a la muñeca, porque atornillarla en la muñeca es descubrir el uso taladrador del tornillo. Más importantemente, quien atornilla y se guarda el destornillador es el amante absoluto o más bien el guardián absoluto. Tendemos a pensar, no obstante, que el atornillado será el sujeto amante, un poco bobo o boba para ser suaves y eufónicos.
Pero los símbolos míticos de Cartier son como la mayoría de los símbolos míticos. Alguien nos tiene que informar de su esencia y de su estructura. No por quitarle la razón a Cartier, sino más bien a los diversos hermeneutas al perejil que nos han dado la Austria y la Francia sobre todo. En cuanto a Cartier, es posible que sus símbolos sí que nos digan cuál es la estructura de sus representados, porque éstos no son otra cosa que sus representaciones. Ya sabe el lector, la flecha en vuelo significa el tiempo porque aquélla tiene la dirección que a éste le adjudicamos si miramos a otra cosa que a las reversibles flechas.
Lo malo es eso, que detrás de los símbolos no hay nada, que lo nombrado es una atadura o, lo que es aun peor: en casos como éste nos encontramos con los años –como dice la publicidad– 1970, horteras, poblados de macarras provincianos que habían obtenido el título por correspondencia, años de carreteras secundarias y pinares con un 850 sport, años de los que no salvaríamos ni a Corinne Clery.
No hay comentarios:
Publicar un comentario