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sábado, octubre 08, 2022

Dietario laboral: vendimia

En octubre de 1979 estuvimos vendimiando y no asistimos a las primeras clases del curso. Recuerdo que alguien intentó vencer algún escrúpulo al respecto con un comentario dudoso: "¿Cómo alguien que se ha reído con Desmadre a la americana puede preocuparse por no ir a clase unos pocos días?"

En este 2022, los viñedos ven la victoria de la dinamo sobre la improbable virgen temporera y quien racime certificará los destrozos succionadores de la máquina, escobajos vacíos, emparrados en cruz, tierra amarilla y el núcleo rojo de la uva desnudo sin un censor vinatero que lo impida.



desertae et multa quaerenti


De vez en cuando, suena el agua de motor, suena tan dulce como  sonar suele el agua de motor y pensamos en antiguas norias y en mulas virginales por híbridas e híbridas por virginales. Ya puestos, ocupamos la tarde en triangular las torres que asoman tras las lomas o sobre el horizonte armado de las choperas. Ahora, de noche, no acabo de acercarme a la estantería donde vi los diarios de Baltasar Melchor Gaspar María. La llanura entre montañas ha visto ponerse el Sol y salir a la puntual Luna, que ahora, junto a Júpiter, la ilumina como ilumina a una bruma delicuescente que le ha sobrado a la mañana y que la caída de la tarde ha hecho revivir.

Entonces, recogemos nueces y cascamos solo algunas en un razonable ejercicio de comprobación orlado de gula. Caminamos a lo largo de una acequia en posición de firmes, pero en ocioso barbecho hídrico y cruzamos un rastrojo, algo legítimo tal como se estipula a estas alturas del Almanaque Zaragozano. Pese a que en enero de 1979 había muerto Charles William Morris, muchas de las clases del fin de ese año se dedicaron a la peculiar disciplina de la semiótica, in vino veritas.

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