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miércoles, octubre 26, 2022

Dietario laboral: claros varones

Es un hombre gritón y sexagenario. Gritón, decimos, y apura su voz como para dejarlo todo muy claro, especialmente a su mujer,  silenciosa y algo más que estropeada, que se sienta junto a él cuando él no se ha levantado para comentar algo a la camarera, quien parece dedicar algunas palabras a la mujer, que quizá sonríe. El hombre se ha vuelto a levantar, ahora para recuperar un periódico. No se abstiene de vociferar comentarios pueriles. Fastidioso, incongruente, va del fútbol a la política local y después al alcantarillado de una cabeza de partido.

Algo solicita el hombre y se extiende en precisiones igualmente pueriles. Ahora, se descubre en la mujer una mueca congelada. Luego llega la hora de irse y lo proclama por todo el establecimiento, Obediente, la mujer marcha de su brazo y musita -es la primera vez que me veo obligado a escribir este verbo, pero no estoy muy seguro- un adios torpe y que habita vecino a la región de lo inaudible, temerosa.

Día tras día, el parroquiano comprueba que por allí aparecen, y repiten la escena. Él sugiere algo (u ordena, se le antoja al testigo de muchas marras al compás del marido avasallador). Y siempre interrumpe los intentos de la mujer callada, reducida. Día tras día.



アルツハイマー病

O los interpreta, ya los conoce de sobra si algo hay que saber, acostumbrado a ocultar su desesperanza. La ha vestido por la mañana, la ha sacado a la calle y la ha atendido en aquello que nunca supo, fuerza la espita y blande el mejor sucedáneo de una alegría que ha encontrado esa mañana en un cajón de la cómoda.

Tras unas semanas de conocer a las personas, el parroquiano calibra mejor el drama, pero tampoco podemos pedirle demasiado, él solo va  allí a beber.

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