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lunes, octubre 31, 2022

Dietario laboral: propergol para las ideas

Unos años de ejercicio de la enseñanza sirven para confirmar la tesis de que las dificultades intelectivas se esconden en los lugares más insospechados. Así, es posible haber aprendido incluso algo más que los rudimentos de una disciplina y haber llegado a conocer sus leyes y métodos básicos y haberse familiarizado con sus cuestiones elementales y, sin embargo, ser también el caso que al alumno -y a todo Cristo- le aguarden añagazas y emboscadas. Sirva de ejemplo, la teoría del cohete -la precisa para resolver los problemas iniciales-, la cual requiere de una iniciativa previa, de un salto que nos abra la puerta a esa familia de problemas.

Estas consideraciones y otras del mismo estilo nos ha expuesto esta misma mañana mi amigo José Luis Olmos, profesor jubilado y pintor al óleo. Nos las ha expuesto a Joaquín Almazán, notable maquetista jubilado que ha trabajado para muchos estudios de arquitectura, y a mí mismo. Diré que lo ha hecho de forma sintética, pero convincente.



Quos ego


Joaquín ha completado la teoría de José Luis con su propio desarrollo de la teoría de los problemas de la escalera mecánica, problemas que no requieren el dominio de ningún arcano del álgebra o de la mecánica, pero que causan un estupor inconmensurable en el alumno y, cómo no, en el docente confianzudo y patanesco. El lector sabrá probablemente de la peculiar dilatación y contracción del espacio recorrido que supone una escalera mecánica, incluso en el más antediluviano de los grandes almacenes. No entraré aquí en el arduo asunto de estas contrapartes discretas del ascensor, un vehículo no inusitado en el género de terror.

Por no ser menos, yo he hablado de otra familia de problemas que me he inventado para la ocasión, la de aquellos que estudian la relación entre la tinta gastada en la impresión de una partitura y los armónicos producidos en la ejecución de la música que representa, un territorio interseccional de la ingeniería gráfica y el análisis de Fourier apenas explorado y que abunda en paradojas salvajes.

Cuando me han solicitado detalles, he silbado.

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