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domingo, octubre 23, 2022

Dietario laboral: la zaragozana

Las tardes de mus ameritan su crónica detallada y sus comentarios al margen. Ahora bien, en el juego se debe canónicamente impostar una seriedad dos o tres pasos más allá del rigor de los doctores y, lógicamente, eso nos merece la mayor de las faltas de respeto.

Pues la seriedad es un sucedáneo de la épica de altura y, como el de chocolate, revela su consistencia farinácea que apenas transige con oráculos tan potentes como aquel de "pequeña ganar, partida perder", que nos recuerda fonéticamente un poco a Thunder in the Sun, pero con los papeles cambiados.



et in nevada ego


En mis participaciones en la ceremonia del mus, el observador atento (pero qué observador se hubiera fijado en tal cosa), habría percibido una cierta propensión a la heterodoxia invitatoria, lo que provocaba el desconcierto y la desaprobación entre la concurrencia, siempre amiga de la ortodoxia, la cual solo es atrevida cuando las posibles pérdidas son mucho menores que las del adversario o cuando, con una aperiodicidad digna de la RENFE, es hora de lanzar una amenaza deíctica para sembrar el virtuoso terror.

Pues ha de tenerse en cuenta que el juego es la forma de aburrimiento más sutil de la que disponemos los humanos y no conviene nunca tomárse en serio, porque el juego es un drama y la épica es otra cosa, y ninguna de las tres importa.

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