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miércoles, octubre 05, 2022

Dietario laboral: el figura

La figura del figura. Cada ecosistema con su figura, o con sus figuras, porque el figura es polimorfo, aunque algunos escoliastas proclaman que toda figuración es sincrética.

Recuerdo a Meléndez, un compañero de estudios que nos anunció que iba a escribir un trabajo sobre Abubaker. Me explico, sí que era sobre Abentofail, lo que justificaba el tan usual teknónimo, pero Meléndez pronunció e insistió en un peliagudo "Abubeikar", lo cual no desdecía de otros logros suyos como "Altjauser", "Levainas" y "Wittgonstin", este último sin duda herencia de múltiples visionados de la simpar película que dirigió Mel Brooks allá por el año del Señor de 1974.

Como fue en el período al que me refiero, al iniciarse o casi la novena década (1) del siglo XX y cuando nos dedicábamos a tan sesudos asuntos, que se estrenó Brubaker, este fue para el resto del curso el carambolónimo no solo del autor del Hijo del Viviente, أبو بكر محمد بن عبد الملك بن محمد بن طفيل القيسي الأندلسي, por citarlo por su nombre completo, sino también del mismo Meléndez.

La cosa fue a más porque a este le cupo el honor de presentar su trabajo en clase y eso hizo posible que nos percatáramos de dos cosas, si bien no inmediatamente. Una primera prepercatación (y juro que este término lo acuñó, que yo sepa, el mismo Meléndez en alguna otra ocasión que soy incapaz de concretar) tuvo lugar durante la exposición. Se producían unos cuantos e importantes chirridos en cuanto a fechas y a hechos del accitano, que lo convertían -como más tarde comprobamos- en mecano, entienda el lector tan singulares gentilicios, y de mecano en califa del Islam.





frigo frictum


Más tarde, como digo, marchamos a comprobar unos cuantos datos a las difíciles fuentes de aquellas bibliotecas de nuestra juventud con sus tejados y sus tejuelos. A ninguno nos había interesado especialmente la filosofía árabe y nos habíamos dedicado más bien al sector cristiano, con lo cual intuíamos el desarreglo sin ser capaces de calibrarlo. Nos percatamos entonces de dos cosas. Una, que en algún momento el autor del trabajo había confundido al filósofo del siglo XII con el Abubaker suegro de Mahoma y primer califa del Islam, que anduvo dando guerra (no entremos en la modalidad de esta) entre nuestros siglos VI y VII.

Las hipótesis acerca del desliz y su mecanismo nos ocupó durante un rato muy entretenido. Dejo su trabajosa consignación comentada para otro escrito.

La segunda cosa de la que nos percatamos es de que nuestro profesor no había reparado en la confusión, o le había dado igual. Ya saben ustedes, la terrible y dulce elección entre la ignorancia y la indiferencia.


(1) Cuente bien el lector.






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