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sábado, octubre 15, 2022

Dietario laboral: do quid ut des pro quo

En ocasiones nos es útil la simetría y en otras a un nosotros exclusivo, lo es alguno de sus contrarios, esto es, alguna asimetría que nos beneficie sin que lo parezca o pareciendo todo lo contrario.
Esta es la fórmula  a la que durante muchos años se acogió explícitamente nuestro compañero Errandonea, el cual se presentaba a sí mismo como filántropo a tiempo completo para pasar luego a exponer la doctrina con cuya versión sucinta hemos iniciado este escrito.
Sin embargo de la claridad de su credo, Laborda era mal calculador y sus iniciativas solían producirle algún perjuicio menor, el que se da propiamente en las vidas tranquilas, esas en que predomina el convencimiento de que la sangre no llegará al río. Ahora bien, a la larga podemos concluir que todo error de cálculo mantenido o repetido es garantía de triunfo personal: como quien dice que la excepción confirnma la regla, pues eso mismo.
Los cálculos confusionarios de Errandonea, que aplicaba en cuestiones que a la postre ni le iban ni le venían, se probaron magníficos en no pocas circunstancias. En 1974 surgió una polémica notable en el Instituto al que acudíamos para el oportuno desasne a cuenta del torneo de ajedrez que mantenía entretenidos a los alumnos más excéntricos.
Alguien había señalado, y con razón, que no podían seguirse jugando eliminatorias a una partida en las que indefectiblemente una de las partes jugaría con la ventaja de las blancas y la otra, como no hará falta concluir, con la desventaja de su color.
Se propuso que las eliminatorias fueran a dos partidas con colores repartidos, pero se alegó que eso daría lugar a muchos empates y que, por otro lado, no era cuestión de multiplicar los juegos si no había necesidad, que es una señora que habitaba en otro negociado de las instituciones de enseñanza.
Hubo propuestas peregrinas y absolutamente desechables como, en caso de empate, dar más valor a la partida ganada más breve. El lector puede consignar aquí el grado al que el delirio reglamentístico estuvo a punto de alcanzar y ahora va a comprobar cómo alcanzó uno aun mayor.





mulgere hircos, iungere vulpes


El debate estaba a punto de morir de inanición, cuando Errandonea se descolgó con una propuesta revolucionaria: Se jugaría como siempre a una partida. Las blancas harían, tal como les corresponde el primer movimiento, pero entonces las negras harían dos seguidos.
No hará falta que aclare aquí que se trataba de una barbaridad de un calibre cosmológico. Le bastará al lector imaginar una partida que se abra con 1 e4, d5; 2 --, e4, etc. No era solo convertir a las negras en blancas, que nada arreglaría, sino permitir dos jugadas que posiblemente neutralizasen, por así decir, cualquier primera elección de las blancas.
Para sorpresa de unos pocos aún tenuemente racionales y de acuerdo con las más contrastadas leyes del destino, la propuesta triunfó y, a partir del sábado 16 de marzo del año antes nombrado, se jugó -haciendo escarnio de este noble verbo que nos remonta a una raíz indoeuropea que significa 'hablar'- de la manera dicha hasta que el viernes 3 de mayo, una circular emanada de la Jefatura de Estudios declaró nulas todas las partidas jugadas de tan peculiar manera y que, con todo, no habían procurado campanada mayor alguna en sus resultados.
Para ese día de mayo, se había olvidado que la iniciativa tuvo un ideólogo, que desde luego fue Errandonea, y en ello hubo cierta justicia porque él no era más responsable que los alumnos y profesores que, con una alegría propia de Reikiavik 1972, habían aceptado entre vítores y aplausos tan visionario arbitrio.
Errandonea entró en política a final de la década de 1970 y ahí debe de seguir, ocupando cargos oscuros, pero determinantes, de la organización que, como no podía ser de otra manera, vio en él al hombre apto para todas las ocasiones.

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