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sábado, mayo 19, 2007

Pequeña y fingida paradoja de la bicicleta

La mediana familiaridad con las cosas provoca que nuestros éxitos o aciertos, casuales, a favor de nuestras agudas percepción y memoria de la rareza estadística, nos sorprendan. No esperábamos la casual demostración de habilidad con apariencia de demostración de habilidad con que dejamos admirada a la concurrencia y que a nosotros mismos nos deja con alma de póker.
Por su lado, el haber nacido para algo tiene dos variantes. Una, la conocida, la que justifica la expresión y que corresponde a casos en que el haber nacido se ha acompañado durante años, del estudio, el cultivo, la práctica. Otra, la perdida, la sospechada quizá, la entrevista, la de la dolosa o inocentemente perdida ocasión para una maestría dura de conseguir pero laudable siempre.
Y es que nuestras habilidades hablan con el lenguaje peculiar de la capacidad de enseñar y la capacidad de aprender, que es un lenguaje peculiar que se pone mal por escrito (Aprenda a andar en bicicleta en diez lecciones 1).
Y se ven dobladas por la apariencia y el espectáculo. Pero nos ilusionamos de vez en cuando con alguna propensión impensada o, más curiosamente, con un pasado falso pero que nos atribuiríamos ante los aplausos de la concurrencia.

1. Recuerde el lector las disquisiciones natatorias de la novela de Eco La isla del día de antes, L'isola del giorno prima en el idioma anterior.

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