1. Descubrir en Sarkozy algo así como el verdadero reformador, el que enseñará qué es la izquierda a la izquierda y la democracia a los patanes, es un síntoma de degeneración intelectual al que acompañan la pereza y, según los casos, alguna sinecura. El mecanismo es similar al que se dijo a propósito de los grandes relatos: un columpio retórico que ha entrado en resonancia sin que eso impida que la imagen se congele en uno de los extremos: Como izquierdistas, progres y estadomulgantes han dicho lo que han dicho de Sarkozy, éste no sólo debe tener razón, sino que ha de ser también el anverso luminoso de los mismos.
A estas alturas, no se puede esperar nada de las izquierdas, pero está injustificado conceder por ello alguna beligerancia intelectual a los denunciadores columpiantes de su inoperancia y falsedad, que se atreven con sus denuncias en virtud tan sólo de su misteriosa y pretendida posición superior, que hacen meritos con sus palinodias y panegíricos al corso de los acontecimientos, una afición tan leninista, si neo-con, tan progre, tan en nómina, y que tanto depende de la propia, profunda y osada ignorancia
2. Afear los llamados ataques personales cuando la verdad de la acusación, más o menos insinuada o subrayada, se da por supuesta o por indiscutible. Es decir, al mantener la llamada vida privada fuera del debate del modo en que se hace, se convierte una historieta de vocación trivial en evidencia innegable, así aceptada por todos y que no deja de apuntarse, sin palabras, mientras se dice que se la está expulsando de la palestra, de los floridos argumentarios, de la deontología, ¿o era la odontología?
A estas alturas, no se puede esperar nada de las izquierdas, pero está injustificado conceder por ello alguna beligerancia intelectual a los denunciadores columpiantes de su inoperancia y falsedad, que se atreven con sus denuncias en virtud tan sólo de su misteriosa y pretendida posición superior, que hacen meritos con sus palinodias y panegíricos al corso de los acontecimientos, una afición tan leninista, si neo-con, tan progre, tan en nómina, y que tanto depende de la propia, profunda y osada ignorancia
2. Afear los llamados ataques personales cuando la verdad de la acusación, más o menos insinuada o subrayada, se da por supuesta o por indiscutible. Es decir, al mantener la llamada vida privada fuera del debate del modo en que se hace, se convierte una historieta de vocación trivial en evidencia innegable, así aceptada por todos y que no deja de apuntarse, sin palabras, mientras se dice que se la está expulsando de la palestra, de los floridos argumentarios, de la deontología, ¿o era la odontología?
1 comentario:
Las ciénagas comunes del izquierdismo siguen capturando las columnas del periódico de mayor tirada nacional. Caigámonos de este marasmo o haremos buenos a "los denunciadores columpiantes de su inoperancia y falsedad".
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