El viento es arquitecto más tenaz y duradero de lo que puede suponerse, porque el mismo viento es la obra: véase la arquitectura de un ciclón que, si acaba por disolverse, es sólo por la inaplicabilidad de las escalas humanas, excesivas o insignificantes.
El viento acumula productos vegetales en los ángulos triedros y en otras rinconeras, que de los dos modos debe y puede evitarse el decirlo.
El viento es también arquitecto por eliminación de material sólido y, fantásticamente, es autor de arquitecturas en movimiento como las dunas que parecen, cuando aisladas, el vientre fértil de un insecto.
Los teatros del viento los vemos en un contrapicado al final del cual nos aparece un actor de raza contra un cielo azul pálido; el viento es un teatro que pinta días de realidades fugaces y de sólidos que se nos escapan.
El viento no es apolíneo ni dionisíaco. El viento es el espacio hecho flechas innúmeras y discontinuas que se aúnan sólo para herirnos.
El viento acumula productos vegetales en los ángulos triedros y en otras rinconeras, que de los dos modos debe y puede evitarse el decirlo.
El viento es también arquitecto por eliminación de material sólido y, fantásticamente, es autor de arquitecturas en movimiento como las dunas que parecen, cuando aisladas, el vientre fértil de un insecto.
Los teatros del viento los vemos en un contrapicado al final del cual nos aparece un actor de raza contra un cielo azul pálido; el viento es un teatro que pinta días de realidades fugaces y de sólidos que se nos escapan.
El viento no es apolíneo ni dionisíaco. El viento es el espacio hecho flechas innúmeras y discontinuas que se aúnan sólo para herirnos.
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