Royce no excluye nada de su mapa, pero debe poner entonces especial cuidado aunque sólo sea en la percepción para que lo percibido exista en su mapa. La representación es lo representado, a todos los efectos y con todos los olores (nisi corpus, nulla potest res -¿qué diría Lucrecio de la difracción de los electrones?), pero entonces qué podemos decir de una y otro, que son lo mismo. Nada, cartógrafos exhaustivos, deberemos ser también lexicógrafos exhaustivos. De eso no podremos hablar, porque sólo hablaremos si lo decimos todos. Pero si no podemos decir nada, porque no podemos contentarnos con decir algo, qué queda de mundo y mapa (para decirlo en verso). La presencia de todo y de todos los todos destruye cualquier región del mundo que consideremos. Es posible que todo nihilismo provenga de la constatación de la imposibilidad del mapa perfecto. No es que haya nada en lugar de algo, es que los algos no son más que nada. De la mistica a la bomba, como si algo hubiera que no fuera nada más que algo. Infinito es un adjetivo y los adjetivos no existen.
NOTA: Una versión a lo Bunge - un día que el hombre tenía un subidón de paradojas lógicas y semánticas- de todo esto parte de la consideración de todos los conjuntos existentes: éstos se multiplican como conejos hasta que es evidente que nos las habemos con conjuntos que no existen. Para que no se multipliquen hay que evitar el conjunto de todos los conjuntos, etc., al menos y no sé si con eso vale.
(Para una teoría de la imitación. Primer apunte)
1 comentario:
Oh, Dios mío
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