Años hace que Carlos Morales dedicó su Oda al Festival de Eurovisión. ¿Imita la realidad al arte? Observemos que Morales no pudo predecir lo que después vendría, queremos creer. En cierto modo, escribió su oda a tiempo, although it's never too late, que decía Lovelace.
La imitación propende esencialmente al exceso, porque imitar es subrayar en otro cuaderno. El problema es cuando algo se imita a sí mismo, cuando un extracto de la estructura se hace recaer sobre la misma sustancia, cuando el Festival de Eurovisión se imita, cuando se excede a sí mismo. Pretendemos explicar lo que sucede: imitarse a sí mismo es cancelar los paréntesis de la otra sustancia, repasar con todos los bolígrafos las líneas rojas que, tiempo atrás, sólo los muy perspicaces o los presentes olvidadizos pretendieron adivinar.
Esperemos a Montenegro en futuras ediciones. Las incipientes naciones se rotulan y se subrayan con el entusiasmo de los parásitos en un festín de vísceras. Pero ahora nación es la autoimitación de las orlas de fin de curso, de los paspartús del inglete tonto. Los de Ventas prefieren imitar a Las Grecas.
2 comentarios:
Hablando de Montenegro, os dejo aquí un artículo de David de Ugarte. Interesante, creo.
Locamenti... desde luego, hace ser falta ser poeta...
Y ya más en el resultado de la Eurovisión, el post de Enrique Dans
Pero, ahora que me doy cuenta, ¡si no lo vi! :-)
Publicar un comentario