Pancorbo, carrefour de las Españas. Los Obarenes y su amago de quiasmo. Ya lo dijo un pesado, Pancorbo y Haro, tierra de derramas. Pero a Pancorbo lo miró Regoyos. Haro tuvo a un Cossío.
La autopista aprovecha más sutilmente las heridas de los montes por la vía paradójica de haber engrandado las heridas hasta hacerlas tectónica pura. Hemos pasado viñedos, luego cultivos herbáceos (para ponernos como agrónomos) y nos esperan los trigales, verdes como el mar, o verdes como el verde limón del río Mississippi. A veces quiero salir de la autopista y volver por el lado sur de los Obarenes y luego echar piedras al Tirón. No lo hago, pues me pondría neoclásico en Cuzcurrita y ciclista en Casalarreina.
Acabo de cruzar el desfiladero. A tiempo. No nos estaban esperando, nos libramos de la emboscada una vez más. ¿A quién se le ocurre un desfiladero sin que John McIntire comande la caravana?
La autopista aprovecha más sutilmente las heridas de los montes por la vía paradójica de haber engrandado las heridas hasta hacerlas tectónica pura. Hemos pasado viñedos, luego cultivos herbáceos (para ponernos como agrónomos) y nos esperan los trigales, verdes como el mar, o verdes como el verde limón del río Mississippi. A veces quiero salir de la autopista y volver por el lado sur de los Obarenes y luego echar piedras al Tirón. No lo hago, pues me pondría neoclásico en Cuzcurrita y ciclista en Casalarreina.
Acabo de cruzar el desfiladero. A tiempo. No nos estaban esperando, nos libramos de la emboscada una vez más. ¿A quién se le ocurre un desfiladero sin que John McIntire comande la caravana?
1 comentario:
Ja ja ja. Bellísimo, Pedro. Yo también sufro cuando no veo a los indios apostados bajo la Virgen de la Peña.
Publicar un comentario