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domingo, septiembre 04, 2022

Dietario laboral: Qué lugares

En el bar, más de un estante acaba dedicado a todo. Quiero decir, a la omnitudo realitatis en versión rapsódica. Frente a las botellas rigurosamente ordenadas, quiizá iluminadas desde atrás, frente a las vitrinas que pugnan por mantener las ortogonalidad de sus contenidos, allí, no siempre en el último rincón, como restos de un desastre antiguo, las llaves, algún mando a distancia, un sobre, una cuerda con un lazo, un destornillador incongruente y dos bolígrafos componen una vanitas que haríamos mal en entender en pura clave termodinámica. De hecho, si los llaveros, los lazos, los sobres, las monedas descabaladas y los mandos a distancia se apilasen por su respectiva especie y las acumulaciones se remontasen progresivamente hacia los géneros (material electrónico, instrumentos de abrir y cerrar,..., ¿qué hacemos con el mando del garaje?), el número de microestados descendería, pero tal cosa nos haría pensar en ciertos cementerios que remedan a las ciudades de los vivos en su seguimiento de la ley de hierro aquella que nos recuerda que todo va por barrios.

Naturalezas muertas que se quieren nuestra auténtica naturaleza. Mementote mori, chavalotes. A quien lo ignora, igual le va a dar. 



En fin, vanitas que adquiere una incomparable sobriedad en las desnudas y más bien resecas aulas de nuestras escuelas. Tal vez el minimalismo ministerial que nos ha acompañado sea la causa de nuestra propensión a las repetidas visitas al bar, donde el género pictórico en que tanto destacó nuestro país alcanza su entelequia barroca y duerme un caballero.

Cuando ya no haya puertas, ni vanos, ni muros y el caballero despierte, las llaves y el reloj de arena, las sombras y algún lema que no desdiría de un gnomon*, seguirán allí.



* El lector puede elegir. Proponemos hoy: Una ex his erit tibi ultima.

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