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jueves, septiembre 08, 2022

Dietario laboral: Órganos colegiados

Alguien con su carrera a la espalda aludió en alguna ocasión a las tribulaciones y servidumbres del joven investigador o del joven profesor. Ciertamente, habla de una época difícil y lo hace al comienzo de un razonamiento en el que aquí no entraremos, pero aun así nos permitiremos el subrayado que apreciará el lector.

In the depression of the early thirties a Harvard doctorate brought only even chances of appointment to a college faculty. One of my contemporaries won the degree in philosophy with flying colors and turned at once to train for the civil service, rather than court frustration in the field of his choice. If a man did get a teaching job, his struggles continued. He would prepare nine to fifteen hours of lectures a week, besides grading papers and serving on committees. He would do his professional writing in the evenings and on Sundays and during such weeks of vacation as were not taken up with summer teaching. He would type it himself and buy the eventual reprints out of a meager salary.*

Lo que importa en este asunto es que, en esta visión consoladora, las tareas administrativas y burocráticas ocupan ontológicamente una posición bastante lateral con respecto no ya a los intereses subjetivos de un académico, sino con respecto a la esencia de su dedicación. O incluso con respecto a los pilares o misiones esenciales de la universidad. Aquí nos apresuramos a declarar que excluimos de las mismas la función de mandar, sustentada en la capacidad conveniente desarrollada para tal cosa, desarrollo del que algunos, como es sabido, hacen responsable a la universidad.




Pero nos equivocamos gravemente si pensamos que el objetivo de la institución y el engranaje eficaz de los individuos en la misma son asuntos centrados en la ciencia, en la enseñanza o en la más bien volátil "extensión universitaria". Sí que veremos que se dan individuos que se toman con las dosis alopáticas y sobrediocesanas de conllevanza y café de la máquina su obligada intervención en las tareas de gestión y tráfico de papeles, pero tales individuos no pueden engañarnos. El verdadero propósito de la universidad y su función es la administración de asuntos que progresivamente se vean reducidos a la nada, al menos en la razón que guardan con esa misma administración, que ya dejó muy atrás las proporciones elefantiásicas y nos recuerda cada día más al Dios de Aristóteles, salvo en la no menor cuestión de que éste es el que mueve sin ser movido y las memorias, libros blancos, guías, informes, cronogramas, rúbricas, solicitudes, tronos, potencias, dominaciones… tienen que ser movidos y no mueven nada. 


* V. O. Quine, 1974.




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