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domingo, septiembre 25, 2022

Dietario laboral: las excursiones

Las excursiones, en realidad incursiones de las que se regresaba con un botín entre enciclopédico y rapsódico, si bien en el listado atestado de fósiles, líquenes, osículos de córvidos y otros esdrújulos, no se contaban nunca cagarrutas ni otras deposiciones -siempre tan informativas- , ni tampoco artificiosos vacíados de huellas de carnívoro o de herbívoro despistado.

Las excursiones combinaban naturaleza, cultura, su intersección y el espacio que dejan vacío entre sí, de un modo ejemplar. Ahora bien, la naturaleza era más bien lo que llevábamos con nosotros para dejarlo disperso por las zonas no asfaltadas que nos sorprendían, si la estación era propicia, con frutos conocidos y otrs más misteriosos, quien sabe si astringentes o todo lo contrario.

Si bien organizada, la escapada habría de incluir el concurso de algún fraile portero, sacristán, pastor o más raramente agente forestal interino -avatares todos, quizá con la excepción del último, de la idea de sapiencialidad en su variante rústica-, quienes esparcían admoniciones del más diverso carácter entre la dudosamente dispuesta muchchada, ante la indiferencia de profesores, profesores en prácticas, monitores y a mayor distancia el conductor del autocar.



(Pan etiam, Arcadia mecum si iudice certet,
Pan etiam Arcadia dicat se iudice victum.)


Y si bien o mal organizada, a la excursión se añadía siempre un rato libre (la concesión de libertad era mutua entre las partes allí reunidas) en los terrenos anejos a un monasterio, en el glacis de algún castillo próximo al siniestro total, o en una pradera salpicada con alguno de los elementos señalados al principio de este escrito.

Curiosamente, la llamada al orden y al autocar solía tener éxito. En algunas ocasiones quedaba un último lugarejo que se debía visitar ya en un estado francamente crepúscular, y en otras se trataba de volver a casa, a pie una vez que el amable chófer y sus secuaces pedagógicos nos hubieran despedido frente al colegio, allí donde solíamos acabar cada jornada, por no hacer mudanza, se entiende, en tal costumbre.

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