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domingo, septiembre 18, 2022

Dietario laboral: la piscina en otoño

Era un tiempo de intersecciones, tenía una consistencia traslúcida y más bien fría. Había desaparecido el socorrista, que habría atendido ya los exámenes que preparaba cuando nadie parecía que fuera a ahogarse y las sombras de la tarde llegaban demasiado puntuales y favorecían estremecimientos de tipo "no somos nada y menos en calzoncillos", pues la casi desnudez es imagen cercana a la ruina de la que uno no acaba aún de enterarse y ha de cruzar media urbanización para que le canten las cuarenta y alguna derrota más.





En efecto, la desnudez es correlativa al paraíso y el meyba, el torpedo o la lycra nos recuerdan las dos caídas, la filogenética y la ontogénetica, que recapitula a la primera y, lo que es más, la deja en nada. Si en junio, la literalidad nos servía para festejar varios triunfos (decíamos "todavía hay clases" y así era, mas que importaba), ahora reconocemos que "ya hay clases", como si alguna vez hubiera dejado de haberlas.
Ahora mismo, invitado a una piscina de clase media, decido escribir estas líneas en lugar de entregarme a una braza desengañada, un tanto asimétrica y de geometría variable. Mucho duraste al crawl, él te eternice. Dejo de escribir y me voy al agua. Era el único escribiente junto al lavapiés y ahora soy el único bañista

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