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martes, septiembre 20, 2022

Dietario laboral: idiomas, mundos, equipaje en general

Me entretengo comparando una traducción al español de una conocida novela con el original. Aquella se encuentra en un volumen que aprecio y que me reapareció el otro día en una caja que llevaba muchos años cerrada. No sé cuándo me hice con él, pero aventuro que a finales de los 1970s o principios de la década siguiente.

La traductora justifica al comienzo algunas de sus decisiones. Según leo y cotejo me llaman la atención otras cosas, no quizá aquellas a las que se refiere esa nota inicial. Lo más curioso es que las imágenes que excita una y otra lengua resultan bastante divergentes, de modo que puede decirse que estoy viendo dos películas en paralelo, no dos versiones cinematográficas de la misma historia. Me pregunto si los personajes de una y otra se conocen o si son estos de verdad mundos posibles sin otras tangencias que las habilitadas por el lógico que, como si fuera Dios, les pone subíndices y cuantifica lo que sea menester.



Et haec est interpretatio sermonis: Ø


Es este asunto de los mundos posibles uno de los que más nervioso me pone. Si tomamos las tres grandes ideas de la metafísica y las sometemos a similar tratamiento, obtenemos también resultancias muy diferentes. Junto a los 'mundos posibles', tendremos un más bien preocupante 'dioses posibles' y un más moderado, aunque no del todo tranquilizador, 'almas posibles'. Se comprueba que el plural y este adjetivo modifican la idea, que para muchos requerirá obligatoriamente el singular.

Vuelvo a la novela y ato algunos cabos, unos internos y otros que se anudan con lo que sucede en otras novelas. El lector vaticina algebras más bien rurales y veraniegas, como corresponde a esa otra idea que se llama Sur, y no se extraña del regreso de algún nombre que hace algún tiempo que no le rondaba o que circulaba en hipotaxis ligeramente transmutadas.

Y aquí llegamos a una quizá clave de todo este asunto. Tendemos a ver el mundo, los mundos y lo que sea menester con sus partes conectadas por mero adosamiento, en una arquitectura que puede hacerse compleja, pero nunca demasiado sorprendente. En cambio, leo una frase en que la subordinada de una subordinada se expande hasta expulsar al espacio exterior su marco sintáctico y me pregunto si esta mi descripción no es sino fruto de mi prejuicio sintáctico. No se trata de que lo que importe (o bien el diablo) se encuentre en los detalles. Más bien, de que los detalles lo son porque nuestro mirar ya ha limitado, segado, mutilado lo que decimos que vemos.

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