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viernes, septiembre 02, 2022

Dietario laboral: las bajas

Se va llenando la vida de estadísticas y lo hace de acuerdo con una distribución fatídica, como es sabido. El hombre es ser para la muerte y se va entrenando con las bajas por enfermedad.

Desde el punto de vista del trabajo, están las muertes de antes de la jubilación y de un poco después; y están las muertes de muchos años después, más brumosas para quienes son de la familia.

Antes de todo eso, aquí estamos y nuestra experiencia de la enfermedad se adorna con la contumaz burocracia de los partes de baja y de alta. Nuestra sociedad sigue siendo un circuito de papeles ahora doblado por la red de cañerías de los avisos electrónicos y sus botones para “confirmar”.

Imaginemos un apocalipsis burocrático. No me refiero a un colapso de las oficinas, que todo se andará. Pensemos en un juicio final en que los arcángeles se afanen y discutan por el papel timbrado que le falta a un cuerpo glorioso para los correspondientes trienios de goces varios, o a algún contingente de almas pongamos que pelasgas, rechazadas desde el sector bizantino, que resulta que se ha puesto muy suyo. Atroces soñemos con unos rechazados del averno por falta de un albarán o a una comisión mixta de garantías que debe decidir si el baremo aplicado fue hecho público con la oportuna antelación.

En algún rincón del valle de Josafat, Arnaldo Amalric aullará aquello de “¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!”.


P.S.: O “Caedite eos. Novit enim Dominus qui sunt eius” si considera la lengua latina más apta para gestiones de este tipo. El lector sabe que, de todas maneras, no parece probable que el amigo Arnaldo dijera esto.


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