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jueves, octubre 19, 2006

Los y las sublimes ridículos y ridículas

Creo haber dado con el secreto de la política feminista y con el secreto de España, conocida matrona. No se lo adjudicaré a Fiodor Dostoyevski, sino al conocido héroe de aquel tiempo Ramiro Oliveros, al que no transcurre día sin que no recordemos en la adaptación televisiva (en "la novela") de Humillados y ofendidos. Porque el secreto es éste, y aun libraría a la matrona de la sospecha de desvelamiento, pero nunca a la política feminista.
Hoy hemos visto como el hombrecito sigue sin tener la gracia que no quiso darle el cielo. Y hemos visto también que, mediante el desgarro vestimentario de sus adversarias políticas, el cargo se anota al debe o cuenta del género, que modernamente hemos llegado a decir. Por lo que hace a la indiferente España, la cuenta es la de la humillada nacionalidad histérica.
Se nos insulta, se nos ofende, pero no sólo cuando se nos ofende y se nos insulta. Anything goes. Estamos siempre dispuestos. Las especialistas en feminismo de los partidos están rebajando su negociado al de las autonomías, históricas y de conversión -que todas lo son de lo segundo y ninguna de lo primero-: del tiempo de Planck acá, nada que no fuera expolio y humillación al prodigioso universal del eterno comunitario, especialidad de la madastra de Cenicienta. Así están creciendo las hermosas poblaciones de parásitos que son las clases políticas regionatas.
Una profesión para el suicidio: asesor del PSOE. Los suicidas van al infierno, donde asesoran al otro partido.

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