Vuelvo a ver El hundimiento. Historia revelada como teatro del absurdo y su preferencia por los espacios cerrados como escenarios vacíos y propensos a la poética del hormigón, de las sillas en alguna sala de espera y de los animales del zoológico. El Tercer Reich cerrado en los años de sus horizontes más abiertos y eurasianos y cerrado en su contracción final y paranoica.
Esta película (más que el libro de Fest y sus otras fuentes literarias) es una obra, como al final lo son todas sobre el régimen nazi, sobre la normalidad. Por ella fluye pesado y ostinato el tema de la inercia de las naciones y de las gentes y de los individuos. Nos comportamos, parece, como si nada, como si no apoyásemos a un régimen asesino o como si la vida continuase tal y como la veíamos conociendo. Después de Auschwitz se pueden organizar todas las fiestas de debutantes que se quieran. Y se pueden organizar primeras comuniones. Se puede hasta escribir buenísimos poemas. Esa es la realidad y es de suponer que es una realidad no demasiado alejada de ese lado un tanto oscuro de la resiliencia ciudadana. No somos unos asesinos -es un suponer-, no hemos podido acabar con el gran asesino, tampoco le hemos negado la colaboración, pero él no nos ha arrebatado la capacidad, no tanto de volver a empezar, sino de seguir.
Se trata, en fin, de una película sobre continuidades profundas, telúricas diríamos , o como lo dijeran Stefan George, Ratzel o Haushofer. Vaya uno a saber. Tierra y destino. O no.
Esta película (más que el libro de Fest y sus otras fuentes literarias) es una obra, como al final lo son todas sobre el régimen nazi, sobre la normalidad. Por ella fluye pesado y ostinato el tema de la inercia de las naciones y de las gentes y de los individuos. Nos comportamos, parece, como si nada, como si no apoyásemos a un régimen asesino o como si la vida continuase tal y como la veíamos conociendo. Después de Auschwitz se pueden organizar todas las fiestas de debutantes que se quieran. Y se pueden organizar primeras comuniones. Se puede hasta escribir buenísimos poemas. Esa es la realidad y es de suponer que es una realidad no demasiado alejada de ese lado un tanto oscuro de la resiliencia ciudadana. No somos unos asesinos -es un suponer-, no hemos podido acabar con el gran asesino, tampoco le hemos negado la colaboración, pero él no nos ha arrebatado la capacidad, no tanto de volver a empezar, sino de seguir.
Se trata, en fin, de una película sobre continuidades profundas, telúricas diríamos , o como lo dijeran Stefan George, Ratzel o Haushofer. Vaya uno a saber. Tierra y destino. O no.
1 comentario:
En ese film Bruno Ganz también está poseso por una clase de terrible, pero también indiscernible revelación. Gran Ganz, dueño de la miseria más excelsa, hierático en su patetismo magnicida...
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