"La Sierra de Madrid es una expresión singular para un subconjunto polimorfo de los granitos que como un brochazo parten La Meseta" escribió Aramayona. Aramayona señalaba el color naranja o rojo de los granitos en el mapa que siempre estaba a sus espaldas. Nos explicaremos. No sólo cuando, sentado detrás de la mesa de su despacho, nos miraba como quien mira a la multitud que espera comer peces con pan. Se diría que cuando caminaba por la calle o cuando se ahorraba la vereda para acortar pendiente arriba o pendiente abajo, el mapa geológico le acompañaba como una presencia aureolar y paradójicamente tranquilizadora.
Aunque no haya de creerse en fantasmas ni en cuentos de aparecidos, diría que pertenezco a una generación de creyentes fieles en la ubicuidad del mapa de del despacho de Aramayona.
Arnulfo Alirón, Memorias de un mozo extinto, Pico Escondido, Madrid, 1992.
Es posible que para Alirón, la Sierra de Madrid fuera una contradicción entre un singular y un plural. Para el viajero moderno la Sierra de Madrid es un peaje que suele dejar de lado y que vive al sur de una llanura también inconcreta. Al sureste de los montes, el viajero encontraría unos cuantos millones de personas bajo el sol o entre la niebla.
Juan Ramón Romanos, "La vuelta a Alirón y otras disensiones", El cálamo péndulo, 1991, núm, 5, pág. 32.
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