En la televisión La costilla de Adán. El destino de la comedia es, en el mejor de los casos y siendo piadosos, la ambigüedad política. Propende la comedia al conservadurismo y, si parece hacerlo con alguna sutileza o disfraz, será por vía de paradoja y buenas intenciones o por el despiste del espectador.
Esta propensión es objetiva, viene determinada por las leyes milenarias del género. Así como cuesta trabajo imaginar una sátira centrista (que no es lo mismo que negar la posibilidad del oxímoron), el desequilibrio que plantea la comedia está condenado a reducirse, como se reduce una fractura o una luxación.
Spencer Tracy y Katharine Hepburn se ven obligados por la peripecia y sus cadenas a jugar con las maneras que hemos observado en gentes de más baja extracción. En lugar de nobles disfrazados de pastorcillas y zagales tañendo -que es verbo que aquí dejaremos en una desnuda intransitividad-, tenemos a burgueses de la Costa Este recorriendo las líneas del disenso sexual (lo que no es, precisamente, un oxímoron).
También es posible una interpretación revolucionaria de la comedia: la realidad es lo que aparece como un relámpago entre el planteamiento y el final feliz: durante unas horas hemos asistido a los conflictos desnudos y sin máscara. Cuando los actores dejan la escena ya han vuelto a colocárselas delante de su, de nuestro, verdadero rostro.
Esta propensión es objetiva, viene determinada por las leyes milenarias del género. Así como cuesta trabajo imaginar una sátira centrista (que no es lo mismo que negar la posibilidad del oxímoron), el desequilibrio que plantea la comedia está condenado a reducirse, como se reduce una fractura o una luxación.
Spencer Tracy y Katharine Hepburn se ven obligados por la peripecia y sus cadenas a jugar con las maneras que hemos observado en gentes de más baja extracción. En lugar de nobles disfrazados de pastorcillas y zagales tañendo -que es verbo que aquí dejaremos en una desnuda intransitividad-, tenemos a burgueses de la Costa Este recorriendo las líneas del disenso sexual (lo que no es, precisamente, un oxímoron).
También es posible una interpretación revolucionaria de la comedia: la realidad es lo que aparece como un relámpago entre el planteamiento y el final feliz: durante unas horas hemos asistido a los conflictos desnudos y sin máscara. Cuando los actores dejan la escena ya han vuelto a colocárselas delante de su, de nuestro, verdadero rostro.
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