Por eso, al decir que faltó a su cita diaria, hemos disuelto ya la mismidad del faltante. Él es –y por eso podemos hablar de la cita diaria– o era ya el otro, porque él es también su cita diaria. Y si falta no vuelve a ninguna esencia anterior, supuesta o, más bien, fantasmagórica, obligada a sus propias y fantasmagóricas citas. Sigue siempre moviéndose, no puede borrar ni borrarse.
El día que faltó a su cita, subrayó esa cita y su costumbre. El día que falte para siempre a su cita, aunque quién lo sabe si sólo sabe que ha faltado a su cita, habrá acabado con los otros, o habrá subrayado que son también un compromiso con alguna cita diaria.
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