Le habla de la costumbre de reservar sus moscosos para los eneros. El DRAE no recoge, al menos en su 22ª edición este término (aunque sí "mosqueo"); Google encuentra 1.070.000 páginas con moscosos de lo más diverso, es de suponer. No lo recoge y eso que es una hermosa manera de ahuecar el año, de reservarse el ocio para un mañana sin límite, allá borrosa todavía la jubilación, moscoso o mosqueo (éste sí está en el DRAE).
Recoger hormiga los moscosos para enero; los del próximo año, para el próximo enero, ad infinitum. Ante el vértigo, le sugiere aprovechar los días de la función pública para leer los libros que él le prestaría, que ahora tiene abandonados sobre la mesa y que pasa a enumerar:
Eric Sven Ristad, The Language Complexity Game (nada que ver afortunadamente con el personaje que aparecerá más abajo);
Carles Lalueza Fox, Genes de Neandertal;
Colectivo Todoazen, El año que tampoco hicimos la revolución;
Jacques Bouveresse, Filosofía, mitología y pseudociencia;
Dionisio Ridruejo, Materiales para una biografía.
– ¿Eso es todo, se admira irónico el funcionario?
– Añade También murió Manceñido de Ramón Carnicer. Tú, como yo, sólo alcanzamos la edición de Reno, pero encontré la de Barral y la compré.
– Añade También murió Manceñido de Ramón Carnicer. Tú, como yo, sólo alcanzamos la edición de Reno, pero encontré la de Barral y la compré.
– Eso es un golpe bajo de aroma vagamente universitario. Supongo que nuestras excursiones a Jaca eran ya otra época. Pero, ¿por dónde empiezo?
– Yo comenzaría por recomendarte los que no debes leer. Desde luego, no excluiría al santo laico que he mencionado. Otro título es claramente profesional, de un profesional raro, bien es cierto. Y el que yo no habría leído nunca es el de Bouveresse, a no ser, claro, que se hubiese titulado, por ejemplo, Dos vieneses en apuros.
– O El dúo de la OPEP, ya puestos. ¿No será como el libro de McGuinness?
Solemne y sorprendido, un punto desplazado, replica: Pues no sé qué decirte, pero Bouveresse nos recuerda que "Lo que Wittgenstein no reconoce al psicoanálisis, como tampoco, a la teoría de conjuntos es, nada menos, que su ontología".
– Y, claro, no seguiste leyendo.
– A decir verdad, mi ignorancia del psicoanálisis es tan infinita como lo es mi desconocimiento de la teoría de conjuntos, por no hablar de su ontología.
– Pues yo, no sabría decir. Ahora bien, sin ir más lejos, he sabido de buena tinta que Google da 41.400 entradas a "set theory" y "Wittgenstein".
– Y si añades "Freud", 588, siempre en la búsqueda avanzada.
– ¡Qué pobreza ontológica!
– En cambio, Internet puede ofrecernos algún entretenimiento menos vienés.
– Sí, pero incluso en ese caso, podría hacerse una lectura en plan psicopatología de los alfabetos cotidianos.
– N.J., por favor.
– Yo no perdono, ya ves, a Berlanga que ponga "austrohúngaro" en las películas, en lugar de "Wittgenstein".
–¡Arre, Ludwig!¡Arre, Wittgenstein!"
– Eso es casi de Chumy Chúmez: "El otro día llevé de excursión a Heidegger y montaba fatal".
– Sería la yegua muerta de Kaputt.
– Ya estamos.
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