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domingo, enero 08, 2006

Armagedón Pérez

–Un día de inexistencia sólo curada por el retorno del fútbol o más bien de la liga –sostiene solemne en la penuria de la tarde, las reuniones ya disueltas–, esa divinidad real de la recurrencia, del volver a empezar, el eterno retorno hecho cuerpo en el campeonato que ocupa el año hasta el solsticio de San Juan.
–Más o menos, aunque sin pasarse –hastiado, no excesivamente ilusionado ante la opción monsergática de su interlocutor, subraya amable el que le queda más cercano y, por ello, se siente más expuesto.
Mientras tanto, los otros se aburren con Armageddon de Michel Bay. Ellos y sus compañeros descuidan, sin embargo, las aventuras de los hombres en calzones, lo que no significa que se entusiasmen con los acorazados analfabetos semiespaciales.
Entre bostezos, una voz proclama:
–Una especie capaz de producir esta película no merece esfuerzo alguno.
Fracasa la voz, pues no conoce esfuerzo alguno de réplica o matiz. Y hay que decir que hemos transcrito una versión edulcorada del pretendido aforismo.
El asteroide todavía sigue allí, picudo, inverosímil y escasamente acrecional, cero en conducta. No perdamos la esperanza. Es posible que Bruce Willis fracase, pero hemos de temer (arruinemos la película) que triunfe con sacrificio personal incluido.
El argumento –entendido como un proceso que elige una posibilidad y elimina otras cuantas– nos lo representamos como un recorrido de la raíz a una hoja de un árbol que va creciendo según vemos la película.
Alguno dirá que las opciones eliminadas son recuperables en algunos géneros y que (esta película es un ejemplo) también sucede que se utiliza como recurso menos subnormal la recuperación de posibilidades que parecieron descartadas a ciertas alturas de la historia, que se exhibieron a la hora de su fingido abortamiento.
Que los dibujitos de la realidad sean más complicados dependerá del plano en el que se dibuje, pero cedamos la palabra al primero de nuestros balompédicos amigos:
–No hablaré de la pelota, de la táctica, de los movimientos. Me centraré en el relato del campeonato, en el discurso sobre las alternativas de los periodistas deportivos, en el volver a empezar del relato. No tenemos una hormiga que recorre un árbol. Casi todos los puntos del árbol son el comienzo de un nuevo árbol que contiene los árboles de todas las historias, del descenso a la UEFA. La Liga de Campeones preside todo, sublime y no sé si apolínea o, más bien, dionisiaca.
Desean otros oídos que Willis fracase y que el asteroide acierte con el erudito. El Alma del Cosmos debe de estar desayunándose porque no se prevé que ningún asteroide dé su justo pago a nadie de los presentes, según sentencia de la programación.
Los jugos gástricos siguen orbitando, insomnes, reconcentrados y rumiantes, como si dudaran entre fútbol y asteroide y la noche anuncia ya nuevas visitas al frigorífico.

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