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sábado, enero 21, 2006

G.C.

El tabaco y su estética, sector exótico:

Si es en el hombre un vicio el de fumar,
en la mujer es gracia particular
y con un cigarrito ¡válgame Dios!
cada mujer chilena vale por dos.

Pero que la zarzuela estime así el tabaco, no debe preocuparnos tanto como otras virtutes dormitiuae:

Una morena y una rubia,
hijas del pueblo de Madrid,
me dan el opio con tal gracia
que no las puedo resistir.
Caigo en sus brazos ya dormido,
y cuando llego a despertar,
siento un placer inexplicable
y un delicioso bienestar.

Ergo, si abre botica en Chile, una chilena fumadora le ahorra, ceteris paribus, una Casta o una Susana a don Hilarión, con lo que Julián puede dedicar sus energías a, por ejemplo, instalarse por su cuenta.
No conviene, no obstante, exagerar las posibilidades que la emigración abre a sus personajes. El de la zarzuela es género traidor y vaya uno a sabe el precio que el tabaco alcanza en los Andes. Si, por su lado, los sobrinos del Capitán Grant se hubieran quedado en su casa, es posible que tropezaran con sus primos, de natural sedentario y tranquilos en su orfandad. ¿O ésta era otra historia?
En cualquier caso, y por evitar problemas llenaremos la botella que Grant confió a las aguas de algún bálsamo eficaz, por lo menos hasta que descubramos de nuestro amigo Hilarión que a dicho preparado:
Hoy la ciencia lo registra
como muy perjudicial.
O nos echemos a cruzar en barca el Estrecho de Magallanes:
Si esta noche no me muero
es que no me muero ya.
Pobre Julián.

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